La paz deseada
TONY BLAIR tendrá que esforzarse para hacer avanzar el proceso de paz tras el rechazo de los unionistas del Ulster a las vagas condiciones de desarme de los terroristas aprobadas por Londres y Dublín. El primer ministro británico ha perdido una votación en la Asamblea norirlandesa de Stormont, pero no desiste, ni debe hacerlo. A los Gobiernos de Londres y Dublín les quedan todavía muchas cartas en la manga para jugar antes del 15 de septiembre, fecha prevista para el comienzo oficial de las negociaciones de paz en Stormont, que pasan por la elaboración de un estatuto especial para la región.El punto que ha provocado la negativa de los partidos protestantes ha sido el acuerdo alcanzado entre Londres y Dublín, que en lugar de fijar un desarme previo del IRA o de los grupos terroristas protestantes prevé un proceso gradual de entrega de armas en paralelo al progreso de las negociaciones políticas. Es esta condición la que ha facilitado la tregua. anunciada por el IRA y la decisión de su brazo político, el Sinn Féin -tercer partido del Ulster en las elecciones generales de mayo, cuarto en las regionales de 1996-, de participar en estas negociaciones sobre el futuro del Ulster. La reanudación, el pasado viernes, de los contactos directos entre el Sinn Féin y el Gobierno de Dublín también contribuye a crear una atmósfera negociadora.
El control del desarme, que en sus primeras fases será más simbólico que real, estará a cargo de una comisión independiente presidida probablemente por un militar canadiense. El arsenal del IRA no es algo despreciable, y las autoridades no pueden olvidar que en la anterior tregua, de 1994 a 1996, esta banda terrorista no dejó de preparar atentados, aunque sí de ejecutarlos. Pero tampoco resultaba realista que el IRA se fuera a desarmar sin conocer antes algún resultado de una negociación que se presenta muy incierta y que no desembocará de momento en la unificación del Ulster con la República de Irlanda, sino que tendrá que idear fórmulas imaginativas que permitan una convivencia duradera entre la comunidad protestante y la católica.
La reacción de los unionistas ha sido, sin embargol matizada. Pese a rechazar el documento sobre el desarme, David Trimble, líder del Partido Unionista -primera fuerza del Ulster- y que representa una renovación generacional y de estilo en ese movimiento, ha decidido seguir en la mesa de negociaciones. En el fondo, los unionistas no pueden permitirse un rechazo absoluto a ese proceso, ya que la población -católicos y protestantes- quiere mayoritariamente que se avance hacia la paz y no se deje escapar una oportunidad que parece única. Por otra parte, los unionistas han perdido fuerza en Londres debido a que el Gobierno de Blair, a diferencia del de Major, no depende de sus escaños para sobrevivir. Incluso el vociferante reverendo lan Paisley parece haber perdido dinamismo, aunque lleva el estandarte del bloqueo a la negociación por parte unionista.
El formato de las futuras negociaciones no está decidido, lo que proporciona al Gobierno de Blair, un margen de maniobra. De momento proseguirán los contactos exploratorios. Si el 15 de septiembre la constitución de una sola mesa de negociaciones se demuestra inviable, se podría recurrir a mesas múltiples en su función y en su composición. Incluso se habla, cuando la situación esté más madura, de encerrar a todas las partes -como ocurrió en Camp David para Oriente Próximo o en Dayton para la paz en Bosnia- hasta que lleguen a un acuerdo.
El objetivo de Blair es que estas negociaciones desemboquen en un acuerdo antes de mayo de 1998, que se someterá a referéndum. El proceso no puede eternizarse. De momento ha empezado mal. Suficientemente mal para prever que tendrá que superar grandes dificultades, pero no tan mal como para augurar su fracaso.
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