El disloque
Montaron un circo y fue el disloque.Una corrida de toros sin toros es un circo y eso sucedió.
En lugar de salir allá los enanitos toreros a gastarles bromas a los toruchos mínimos, desmedrados e inválidos, según correspondía, comparecieron matadores fanfarroneando, y el público les piropeaba y les gritaba ¡torero! y ¡guapo! para variar, y lo aplaudía todo y coreaba unos olés estridentes con largo arrastre de la e, y armó descomunal estruendo que no cesó en toda la corrida. Y la corrida duró casi tres horas, con lo cual aquello fue la intemerata, el desideratum, el disloque, el fin del mundo, la desconcatenación de los exorcismos.
Soltaron un remiendo de torejos anovillados, sin fortaleza ni resuello, y no se les podía picar. Soltaron un remiendo de torejos anovillados y algunos se desmayaban al estilo de las damiselas de principios de siglo. Seguramente debería decirse con mayor propiedad vaquiselas, o quizá vaquichuelas, pero en tal caso no serían como las de principio de siglo. Las vaquichuelas, las vaquiselas, las vaquitas amorosas, el vaco julón incluso, al lado de los torejos que soltaron en esta corrida de la Feria de Julio eran la fiera corrupia.
Ruiz / Litri, Ponce, Rivera
Toros 2º, 4º y 6º de Juan Antonio Ruiz (tres fueron rechazados en el reconocimiento); resto de José Luis Osborne. Sin trapío, mayoría anovillados, muy flojos, varios inválidos, se les simuló la suerte de varas. 2º tipo novillejo, impresentable; 5º, inválido, devuelto. Sobrero de Los Bayones, sin picar, inválido. Litri: estocada atravesada que asoma por el costillar, rueda de peones -aviso-, pinchazo y descabello (silencio); estocada atravesada y rueda insistente de peones (oreja). Enrique Ponce: estocada trasera -aviso- y dobla el toro (dos orejas); aviso antes de matar, estocada y rueda desaforada de peones (oreja); salió por la puerta grande. Rivera Ordóñez: estocada traserísima baja (oreja); dos pinchazos bajos -aviso-, pinchazo bajo, estocada descaradamente trasera baja y cuatro descabellos (ovación).Plaza de Valencia, 25 de julio. 7ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
El torejo segundo no tenía cara ni tipo, cuajo ni hechuras, resistencia física ni casta brava, y lo aprovechó Enrique Ponce para administrarle una ración masiva de derechazos con varias tanclas de naturales sin especial gusto ni verdadera ligazón, y lo bueno del interminable trasteo estuvo en los detalles, según costumbre del autor: un pase de pecho extraordinario, las trincherillas, los postreros ayudados por bajo.
El torejo quinto padecía invalidez total, lo devolvieron y el sustituto hasta tal punto llegó baldado que ni se le pudo picar. Inexistente el primer tercio, ligerito el segundo, el tercero debió ser (le trámite. Un torero lo habría entendido así. Un torero de los de siempre, un torero con auténtico sentido de la dignidad torera, nunca se hubiese rebajado a fingir arte y majeza con semejante ruina.
Pero Enrique Ponce debe de tener distinto concepto de la torería, y cuando ya había pegado docenas de derechazos y naturales, se empleó en los circulares citando de espaldas con mucha prosopopeya en la preparación, y finalmente la emprendió a muletazos de rodillas, desplantes supuestamente temerarios en la misma posición, muy cerca de las astas del moribundo. Y, claro, se desbordó el entusiasmo del público hasta alcanzar caracteres delirantes.
El delirio no fue sólo para Enrique Ponce. Litri lo provocaba igualmente sin tanto esfuerzo. Una faena torpona, otra vulgarísima a una especie de novillote que embestía despacito, despacito, despacito -algunos sospecharon que estaba dormido; otros que había entrado en coma-, el público las coreó con olés y ovaciones inmensas. La de Rivera Ordóñez al tercero -afanosa, trompicada, de escaso gusto y nulo arte- se celebró con un griterío descomunal y aclamaciones de ¡torero! La que le instrumentó al sexto, valentona y meritoria, se acogió con igual delirio. Por sus malas formas al manejar el acero, Rivera perdió las orejas que ya tenía concedidas, y el público lo lamentó muy de veras. Hubo hasta quien se echó a llorar.
Los olés que se estuvieron oyendo toda la tarde eran larguísimos. Los gritaban sobre todo las mujeres -mayoría absoluta en los tendidos-, que gustan gritar los olés arrastrando la e todo cuanto les da de sí la voz. El olé de hombre es generalmente breve: olé. Y si lo exclaman aficionados, cambia la acentuación: ióle!
Aficionados había muy pocos en la plaza y, si acudieron, probablemente no se atrevían a rechistar. El dislocado triunfalismo a ultranza les tenía apabullados. La plaza se llenó de un público decidido a que esa corrida fuera la desconcatenación, el desideratum, el acontecimiento más deslumbrante que conocieron los siglos. En realidad no se llenó exactamente: tres cuartos y gracias. Un caso digno de estudio: después de la algarabía apoteósica de la corrida anterior, en la que Enrique Ponce salió por la puerta grande, repite al día siguiente y aún va menos público a verle. Cosas que pasan en Valencia.
La corrida de hoy
Cartel de la corrida de hoy, 9ª de feria. Toros de Los Guateles, de Sevilla. Matadores: César Rincón, Juan Mora y Manuel Díaz El Cordobés. A las 19 horas.
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