Averías y reparaciones
Les escribo sorprendido por un hecho que veo perpetuarse desde hace años sin que nadie, entre las numerosas instituciones que como contribuyentes sufragamos, le haya encontrado una solución duradera. Me refiero a lo siguiente: la iglesia. de San Jerónimo el Real se encuentra enclavada en el el lugar más visible y visitado de Madrid y en uno de los parajes más concurridos por el turismo europeo y mundial. Se trata del área del Museo del Prado. Bueno, pues esta área viene siendo martirizada bien por obras como las que interminablemente se acometen en el recinto del museo, bien por el descuido y abandono en el que se hallan zonas muy visibles de la iglesia cercana, como es el caso de sus agujas y de la techumbre.El hecho es que desde hace veinte años, aproximadamente, las obras incesantes en el entorno del museo -las de refrigeración mantuvieron destrozada el ala este del palacio de Villanueva durante décadas- han impedido el disfrute y la contemplación del escenario emblemático por antonomasia de Madrid, capital de un Estado que fue considerado, y aún hoy lo es, como superpotencia turística mundial.
Resulta verdaderamente bochornoso que ninguna de las instituciones políticas, artísticas, culturales, religiosas o de otro tipo haya logrado culminar o resolver los problemas que esta zona planteaba y que, naturalmente, tienen solución. Lo que parece que no tiene solución es la desidia de aquellos que mandan y a los que les da igual que el escaparate turístico y estético de Madrid y de España siga mostrando una iglesia -más que iglesia, monumento histórico origen de las Cortes castellanas y escenario de numerosos enlaces reales, enclavada en un lugar prominente y de ensueño-, siga mostrando, digo, sus agujas góticas completamente quebradas, desdentadas y mochas, como si se tratara de un edificio con su zona superior en ruinas.
Es preciso decir, en honor a la verdad, que las dos torres de la iglesia fueron restauradas no hace mucho tiempo -por cierto, con un tono crema bastante poco afortunado-, pero su facha da principal muestra aún el abandono derivado de una cierta barbarie antiartística. Tampoco estaría de más que la Iglesia se comprometiera a reparar ese templo, emblema de la preeminencia que hasta hace poco ocupara en la vida ciudadana, y que, a mi juicio, le compromete a buscar soluciones. Espero que el sentido común prime y que los responsables de tales reparaciones y de tales averías se pongan de acuerdo en considerar que la zona mencionada no admite ni una demora interminable de obras sin fin en torno al museo, ni tampoco la perpetuación de un destrozo como el que las agujas y otras zonas del templo exhiben. Madrid, los forasteros, el turismo y la belleza agradecerían las soluciones de estos problemas.- .
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