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Un cartero en apuros

Alfredo Yabrán, un turbio magnate, sacude la vida política argentina

Juan Jesús Aznárez

Aunque muy pocos se atreven a mentar el asesinato del fotógrafo de prensa José Luis Cabezas en presencia del empresario Alfredo Yabrán, a quien los tribunales periodísticos de Buenos Aires ya endilgan la autoría intelectual del crimen, un amigo que porfió al respecto recibió esta respuesta del hombre de negocios bajo sospecha: "¿Cómo pueden pensar que puedo ser tan hijo de puta?". Le tienen por tal quienes en Argentina le imaginan con recortada y sobaquera en los consejos de administración de sus empresas postales, o irrumpiendo a mano armada en los sanedrines de las apetecidas, o el grupo de desorbitados que a media mañana del miércoles le perseguían a puntapiés e insultos tras la audiencia en la casa de Gobierno con el jefe del Gabinete, Jorge Rodríguez.Por tercera vez llegó al Congreso el alboroto que desde hace meses altera la vida política nacional en año de elecciones y se llevó por delante al ministro de Justicia, Elías Jassan, al que el presidente Carlos Menem sustituyó por Raúl Granillo Ocampo, hasta ahora embajador en EE UU. Jassan, torpemente cuentista, negó haber conocido al cartero en desgracia. La oposición del centroizquierda Frente del País Solidario (FREPASO) pidió la renuncia de Rodríguez protestando porque la Casa Rosada hubiera guarecido políticamente al empresario de origen libanés que prosperó en la dictadura militar (1976-83), y durante las democracias de la socialdemócrata Unión Cívica Radical (UCR) (1983-89) y del conservador peronismo (1989 a la fecha). Un audaz y honrado tiburón de los negocios para los suyos, turbio personaje según el grueso de la sociedad argentina, y en la consideración de Domingo Cavallo, anterior ministro de Economía, una réplica gaucha del legendario Al Capone.

"Me atacan por ser un capital nacional insolente, porque no participo con empresas extranjeras", se defendió Yabrán, quien fue distinguido por el ex ministro con la jefatura de una mafia asociada con el poder, corruptora de periodistas, servidores del Estado o gobernantes, y navajera contra la competencia molesta. "Si hay justicia en Argentina, Yabrán va preso", sentenció Cavallo, diseñador de la estabilidad económica siendo superministro.

La figura de Yabrán, 55 años, tres hijos, 400 millones de dólares (58.400 millones de pesetas) de fortuna declarada, agrupa a la oposición y divide al partido del Gobierno pues el presidente Carlos Menem le defiende -el abogado de la familia de José Luis Cabezas afirmó que una línea telefónica de la Presidencia recibió 35 llamadas en ocho meses desde una empresa de Yabrán, según informa. la agencia Efe- o le presume inocente, hasta que la justicia se pronuncie. En cambio, el gobernador de la provincia de Buenos Aires y aspirante a su sucesión, Eduardo Duhalde, presta oído y crédito a las filtraciones inculpatorias del sumario. "Me convertí en mafioso cuando dije que no a la propuesta de Cavallo de privatización del Correo", dijo el empresario, comprometido en la causa Cabezas porque el jefe de su escolta recibió llamadas del presunto autor material del asesinato del fotógrafo de Noticias, quien tomó la única imagen disponible de Yabrán en años: paseando en traje de baño con su esposa por la playa de Pinamar. Los más prudentes no creen que hubiera mandado matar a Cabezas aunque no descartan que se les fuera la mano a su gente creyendo interpretar los deseos del jefe. Tampoco es descartable que la mafia policial de la costa sea la culpable y haya fraguado la incriminación del empresario.

El 14 de marzo pasado concedió al diario Clarín la primera entrevista sin condiciones de su vida. Admitió haberlo pensando mucho mucho porque siempre prefirió el anonimato, tanto en su vida de familia como en la dirección de sus prósperas empresas de correo privado, transporte de caudales, o carga y descarga de mercancías. Creció, le acusan, sin competencia y con contratos a la medida. Pero el bando de Cavallo fue demoledor, y perdió contratos, suspendió proyectos.

Dicen que se vuelve loco cuando la prensa le implica en el asesinato de Pinamar. "No me gustan las fotos, pero de ahí a que sea un criminal hay una diferencia muy grande".

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