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70 creadores reflejan en la Bienal de Venecia la variedad artística de tres décadas

La 47ª edición de la gran muestra plástica se abre bajo el signo del arte pobre

Emilio Vedova, larga barba blanca, vaqueros de artista viejo y camisa negra a rayas, se agarra a Claes Oldenburg bajo la bóveda policromada del Pabellón de Italia y los fotógrafos disparan. La prensa critica la escultura de madera -dos corazones enlazados- firmada por Oldenburg que les sirve de fondo porque ha costado casi 30 millones de pesetas. La 47 a edición de la Bienal de Venecia se abre al calor de las vacas sagradas y de las habituales polémicas. Pero su signo es el del arte conceptual y el arte pobre acuñado, por Germano Célant, director de la muestra, que se inaugura el próximo domingo.

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Giulio Paoilini, Mario Merz, Luciano Fabro y Gilberto Zorio son algunos de los exponentes históricos de esa corriente que recicla objetos de la vida cotidiana, incluidos en la exposición emblemática de esta Bienal que Celant ha preparado bajo el título de Futuro, presente, pasado. La muestra, que será inaugurada oficialmente el domingo y que ayer comenzó a ser presentada a la prensa y la crítica, abarca una selección de 70 artistas que, en su mayoría, han realizado obras nuevas para traerlas a Venecia. Pretende reflejar el arte desde los años sesenta.Zorio expone unos monstruosos móviles negros hechos con pellejos de cerdo unidos a tubos y accionados por una máquina neumática; Fabro, una especie de cama realizada con recortes de sábanas; Merz, unas construcciones en forma de iglús a base de tubos, y de cristal o madera. Falta en la selección el griego afincado en Italia lannis Kounellis, uno de los artistas pobres con mas solera, que criticó ásperamente la intervención de Celant como organizador de la Bienal de Florencia que mezcla arte y moda. Kounellis está, además, ligado a Achille Bonito Oliva, sobre cuyo trabajo como director de la Bienal de 1993 llovieron las críticas más duras.

La edición actual, tras el paréntesis de la gran exposición del centenario encomendada al francés Jean Claire, quiere ser la antítesis de la espectacularización caótica introducida por Oliva. Celant, asesor del Guggenheim de Nueva York, es el manager altamente profesional elegido por el alcalde de Venecia, el filósofo Massimo Cacciari, para efectuar esa corrección de ruta en un tiempo récord, ya que no pudo ser nombrado hasta el pasado mes de enero debido a que las distintas autoridades interesadas estaban divididas.

Arte norteamericano

Antes incluso de que la Bienal ea inaugurada, Celant ha sido acusado de servir con exceso de celo al alcalde, que, por intereses turísticos, se ha negado a aplazar la exposición hasta 1998 para que pudiera ser organizada con más calma. También se ha dicho que sigue demasiado los criterios del Guggenheim, cuyo director, Thomas Krens, forma parte del jurado de esta edición.En la muestra emblemática de los 70 elegidos, hay un número especialmente elevado de grandes nombres del arte norteamericano y no todos ellos conectan, como Sol Le Witt, con el tono minimalista o conceptual que domina en Futuro, presente, pasado. Roy Lichtenstein ha traído a Venecia los, colores del pop sobre soportes de escultura. También parece ajena al conjunto, por edad y estilo, la canadiense Agnes Martin, premiada con uno de los leones de oro a la carrera, que aporta a la muestra uno de los escasos ejemplos de pintura genuina.

Abunda, en cambio, la fotografía, que elabora la crónica de sucesos, en el caso de Tracy Moffatt o parodia la de moda, como las firmadas por Vanessa Beecroft. Moriko Mori ofrece una bella instantánea de una sirena varada en una playa japonesa. Nada de ello impacta o impresiona, ni siquiera cuando las modelos de Beecroft se pasean en carne, hueso y ropa interior ante las obras. Hay un cultivo explícito de lo trivial. Franz West ha montado un estudio en el que invita a cerveza y a dejar la botella sobre una mesa; Marie Ange Guilleminot, un saloncito en el que entretiene a la gente haciéndoles plegar medias.

Puestos en ese contexto, los chinos de Juan Muñoz, el único artista español incluido en esta exposición emblemática -los mismos que expuso hace un año en el Palacio de Velázquez- resultan tremendamente simpáticos y surrealistas.

Provocación

Marina Abramovic es una de las pocas seleccionadas que va a la provocación visceral con una instalación acompañada de vídeo en la que se habla de cómo acabar con las ratas ante un montón de huesos de vaca pelados que apestan a casquería. Hay bastantes vídeos más, pero inocuos, y muchas instalaciones a base de esculturas. Rebecca Horn ofrece formas de destrucción fría; Annette Messager, una cámara abigarrada. Una bonita escultura de Tony Cragg está hecha con miles de dados y Jean Fabre utiliza miles de escarabajos para hacer las suyas.La pintura parece un género en extinción, aunque esté representada por artistas del calibre de John Baldesari, Francesco Clemente y Julian Schnabel, cuyos cuadros, en virtud de un orden que tal vez sea significativo como llamada al futuro o a la nostalgia, cierran la reseña.

"No hay nada nuevo. Es sabido qué a Celant no le gusta la pintura, le gustan estas cosas conceptuales, y refleja una situación conocida desde hace treinta años. Pero al menos es una exposición limpia, no como la de 1993, que daba sensación de caos, de barullo", comenta Maurizio Calvesi, crítico italiano y miembro del jurado de esta Bienal. ¿Quiere decir que incluye poco del futuro que promete el título? "Sí, claro, pero eso no es culpa, de Celant, sino del mundo. Ésta es la realidad del arte de hoy".

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