_
_
_
_
Tribuna:UNA DESPEDIDA EUROPEA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bryce: la épica de la amistad

JULIO ORTEGAUn simposio sobre la obra de Alfredo Bryce Echenique, en la Universidad Paul Valery (Montpellier), despide de Europa al escritor, que ha regresado definitivamente a Perú. Su amigo y compatriota, el crítico Julio Ortega, pronunció allí la conferencia de honor. Este es parte de su texto

La demanda que la realidad suele hacerle a Alfredo Bryce Echenique por sus novelas biografistas recuerda a la historia de Borges sobre una pieza popular argentina acerca de un malevo apodado El Hormiguita; cuando la pieza se presenta en su pueblo, el verdadero Hormiguita le entra a tiros al actor que lo divulga. Bryce se ha defendido, sin éxito hay que decir, de la calificación de escritor autobiográfico aduciendo que no podría haber vivido todas las aventuras excesivas que cuenta. Pero, evidentemente, es el escritor que más lejos ha explorado la retórica del yo, al punto que la biografía circula entre una novela y otra, así como en sus "antimemorias", Permiso para vivir, al modo de un permanente suplemento (ya prepara una edición ampliada de Permiso para vivir) inclusivo y extensivo. Pero lo fundamental no es el cuento, sino el acto de contar: vivir es un cuento mutuo. Bryce es de los narradores que mejor ha logrado incluir al lector, pero no necesariamente como personaje, sino como interlocutor, como parte de la comunidad de la fábula. La pasión arcaica del cuento circular aplaza la muerte, recobra el tiempo perdido y mejora lo vivido.Dos mecanismos dar. cuenta de esta delectación en la intriga: la disgresión, que abre cuentos dentro de otros cuentos, y el inciso del paréntesis. Cada vez que Bryce dice "aquí cabe abrir un paréntesis" hay que esperar un nuevo capítulo de variaciones. No sólo a nombre de la disgresión, que anima al enigma en el "relato de vida", sino también a nombre de una "apuesta en abismo", que en el interior de la historia propicia la complicidad. Esta matriz narrativa (digresiva y parentética) sostiene a la representación y construye los referentes. Ambos son una licencia del arte de suspender la credibilidad gracias a la conversación. Esta laboriosa estrategia, se explica como una investigación del relato de vida, hecha con la textura de la oralidad, la saga de la conversación y la épica de la amistad.

Pues bien, en No me esperen en abril, Alfredo Bryce Echenique pone a prueba, casi pone en crisis, su sistema narrativo. La hipótesis de la novela es una apoteosis multibiografista. Se propone reconstruir la historia del colegio inglés Saint Paul, que fundó un aristocrático y anglófilo ministro porque si sus hijos no podían ir a Cambridge, llevaría Cambridge a Lima. Bryce formó parte de la primera promoción de ese colegio, donde se saludaba a la reina, se tomaba el té y se jugaba al críquet. Sin embargo, entre digresiones y paréntesis, la novela termina llevando al narrador más allá del colegio, después de todo inscrito en una sociedad estratificada en todos los órdenes de la vida. Tanto que su verosimilitud (efecto de lo real) hace inverosímil a su sociedad (desilusión referencial). No es la primera vez que un internado se convierte en una metáfora hiperbólica de la sociedad, sóIo que esta vez se trata de una ceremonia de reconfiguración tan humorística como dramática. Por un lado, Bryce traslada los contextos literales, con nombres propios, al relato; por otro, convierte a la vida social en una sintomatología de las alienaciones, ilustrando el racismo y la discriminación social como visión naturalizada, esto es, como una patología suicida de radical negación del yo en el otro. Ya en Un mundo para Julius había representado la vida social peruana como fundada sobre la imposibilidad del otro; en No me esperen en abril esa visión crítica se ha convertido en una fuerza no de las explicaciones, sino de la ausencia de explicaciones. Ésta es una novela del fin de siglo como fin del mundo conocido: la sociabilidad termina en la catástrofe, vehemente y melancólica. Pero es también una novela de la imposibilidad de compartir ese mundo: el personaje, un Julius adolescente, quiere perpetuar la historia de su primer amor, salvar a la pareja de su sociedad por medio del último discurso genuino, aquél capaz de rescatar la juventud, la emotividad y la fidelidad a la palabra empeñada.

Los personajes ejercen aquí encarnizadamente todos los prejuicios. Tanto que es preciso distinguir entre el lenguaje del narrador y el habla de sus personajes, por más que ésta sea referida sumariamente por aquél.

Pero la postulación biografista, la pertenencia patente, y hasta los nombres propios de la fábula, han hecho que la novela se lea en Perú como unas memorias apenas exageradas. Quizá era inevitable que alguno de los personajes le demandara al autor más fidelidad a su vida que a la novela.

Un despacho de France Press, fechado en Lima el 24 de agosto de 1995, y que fue difundido en la prensa continental, se titula Familia ofendida por Alfredo Bryce en una nueva novela le pide desagravio. Es interesante que esta familia se descubra más ofendida por la novela que por la realidad peruana. Decía ese cable:

"Los hermanos del 'auquénido becado Canales', uno del los personajes de No me esperen en abril, la reciente novela del peruano ABE, le exigieron a éste un desagravio público al honor y buen nombre de su madre, que entienden está mancillado en esa obra". "La hermana del 'auquénido Canales' rechazó la posibilidad de que el escritor haya apelado a una licencia literaria. en el uso de la cruda frase".

"Todo está dicho tan directo y con nombres y apellidos que no hay otra interpretación", señaló Eloísa Canales, quien recordó que su hermano y Alfredo Bryce "tuvieron una amistad escolar normal, sin tirantez ni demasiado acercamiento"."Eso sí", dice la señora Canales, "mi hermano era un mestizo que arrasó en todo a sus compañeros, fue el primero en estudios y en todos los deportes...".

"Bryce partió el miércoles a Europa tras haber recibido múltiples elogios por la crítica, medios académicos e intelectuales".

Lo primero es situar esta aparentemente inocente nota de prensa en el contexto de ese invierno de descontento limeño: Bryce acababa de suscitar un escándalo nacional al renunciar a una condecoración oficial y al retar al ubicuo presidente Fujimori a un debate sobre los derechos humanos. No es casual que parte del escándalo de prensa que acompañó a una denuncia de plagio contra Carlos Fuentes tuviera un eco enfático, y no sólo en México. Para no recargar las tintas, baste decir que estas segundas instancias de contexto político a veces deciden el tono dramático de las acusaciones en la prensa.Antes que nada, es preciso decir que Canales es uno de los pocos, quizá el único personaje que se salva., del infierno social de la novela; primero porque es el más inteligente, segundo porque abandona la clase como destino, emigra, y se hace profesional en Estados Unidos. No he creído necesario llamar al señor Canales a Florida, pero me asegura Bryce que mientras los aristócratas de San Pablo empobrecieron, Canales es el único millonario que queda del colegio. "Auquénido" es insulto reservado a los serranos o gente del Ande; si bien es verosímil en el habla limeña derogativa (lo limeño, ha escrito Carlos Rodríguez Saavedra, "es una deliberada intrascendencia"), que ha internalizado el ideolecto racista hasta naturalizarlo y domesticarlo. Es imposible atribuir al autor cualquier palabra de escarnio: pertenecen al habla sancionadora de clase, y aunque la cita es caricaturesca, forma parte de la descalificación social y, en último término, moral con que la novela representa la deshumanización en la sociedad estratificada.

Evidentemente, la hermana ofendida no ha aceptado la transferencia del nombre de su hermano como una tensión entre lo real y la novela. Por necesidad de la reconfiguración narrativa, el novelista se decidió por los nombres propios, ajenos a toda ofensa y, más bien, seguro de su crítica y denuncia. Ni la hermana ni el periodista entienden o aceptan esta evidencia del texto porque el nombre propio les hace leer el episodio como si se tratase de un discurso verosímil y no de una sociedad inverosímil.

Bryce se negó a responder a la prensa. Pero quiso probar su buena fe con un gesto: reemplazar el nombre Canales por el suyo propio, el personaje podrá llamarse desde ahora el "auquénido Echenique". Incluso después de publicada, una novela de Bryce se sigue escribiendo en la actualidad que disputa.

Julio Ortega es director de Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown, Estados Unidos.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_