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Entrevista:

"Los seres vivos son pequeñas chapuzas que funcionan"

Javier Sampedro

La sede de la Estación Biológica de Doñana no está en Doñana, sino en el centro de Sevilla. El edificio, el antiguo pabellón de Perú en la Expo 92, no alberga halcones peregrinos, ni águilas imperiales, ni linces ibéricos, sino varios laboratorios de biología molecular, la mejor biblioteca española en recursos naturales y el despacho de Miguel Ferrer, el director más joven, a sus 35 años, de un centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Tiene a su cargo a 18 investigadores y además coordina los 70 proyectos científicos que 50 instituciones de todo el mundo llevan a cabo en el parque de Doñana.Los ecólogos tienden a enfatizar el perfecto equilibrio que los seres vivos alcanzan en sus hábitats silvestres como resultado de la selección natural y de la adaptación mutua. Los biólogos moleculares, sin embargo, suelen describir la evolución como un diseñador sucio y oportunista. Ferrer pertenece al primer grupo, pero se ha pasado al enemigo: "La idea de que los ecosistemas están perfectamente adaptados es un prejuicio que conduce a interpretaciones erróneas", dice. "Los seres vivos son pequeñas chapuzas que funcionan, nada más".

Ferrer cita tres ejemplos investigados por su equipo. "Se supone que el éxito de una planta para atraer a los animales que dispersan su polen depende de la espectacularidad de su exhibición floral. Sin embargo, cuando se hace un estudio cuidadoso, resulta que los animales dispersantes no eligen a la planta por su aspecto, sino por el microambiente [condiciones de luz y humedad que varían mucho en cuestión de metros] en que se halla. Una flor ya puede ser espléndida y atractiva, que si está en un mal lugar su dispersión será mínima".

La paradoja viene ahora: "Como el microambiente donde nace la planta es producto del azar, la supuesta selección a favor de flores cada vez más atractivas está eclipsada por un ruido estocástico, que no tiene nada que ver con las características genéticas de los individuos".

Segundo ejemplo: "La correlación entre la cantidad de semillas de un fruto y la cantidad de alimento que ofrece parece a primera vista un ejemplo de armonía perfecta, de mutuo beneficio, entre los frutos y los pájaros que se los comen y dispersan sus semillas. Sin embargo, los registros fósiles demuestran que los mismos frutos existían muchísimo tiempo antes que la comunidad de pájaros".

Tercer ejemplo: "En un territorio hay zonas de muy diferente calidad, algo así como barrios ricos y pobres. Se supone que los mejor adaptados genéticamente se hacen con los barrios buenos y, de hecho, si un animal vive en una zona buena, sus descendientes tienden a vivir también en una zona buena. Pero si coges un huevo de un ave de presa de un territorio malo y lo trasladas a un territorio bueno, el pollo y sus descendientes tienen una gran probabilidad de convertirse en ejemplares de los buenos. Un proceso que depende más de las condiciones de crecimiento que de los genes no puede ser objeto de selección natural".

¿Están Ferrer, y su equipo intentando enterrar de nuevo a Charles Darwin? "Desde luego que no", sonríe el director de Doñana, "pero el marco teórico para que la selección natural funcione como motor principal de la evolución está cada vez menos claro. Nuestra sensación es que en los últimos 40 años se ha sobrevalorado la importancia de la selección natural. Cada vez se pone más de manifiesto la enorme influencia del azar en la evolución".

En paralelo a la investigación básica, la Estación Biológica de Doñana desarrolla proyectos aplicados a la protección de especies amenazadas como el lince ibérico y el águila imperial. El instituto aconseja a los conservadores, a las Administraciones y a las empresas energéticas sobre el modo más eficaz de impedir extinciones o minimizar el impacto ambiental de ciertas obras e instalaciones.

Algunas de estas investigaciones aplicadas han cambiado radicalmente las estrategias de conservación. Hasta hace poco, por ejemplo, los esfuerzos con las aves de presa amenazadas se centraban en maximizar el número de eclosiones. Como un águila que pone tres huevos sólo suele sacar dos adelante, la técnica típica era repartir los huevos entre la población de modo que cada nido tuviera dos y sólo dos.

Sin embargo, cuando los científicos de Doñana analizaron la dinámica de la población, se dieron cuenta de que, por muchos huevos que eclosionaran, tan sólo el 18% de las águilas sobrevivían más allá de seis meses. El resto solía electrocutarse en los tendidos eléctricos. Luego vieron que algunos tipos de postes, los que pasaban el cable por encima del travesaño, eran los más peligrosos. La sustitución de esos postes por otros más seguros ha aumentado la supervivencia de las águilas imperiales jóvenes del 18% al 80%. "Es un buen ejemplo de investigación aplicada", concluye Ferrer. "Con muy poco dinero, podemos disminuir enormemente la mortalidad de muchas aves de presa amenazadas".

De forma parecida, el equipo ha analizado el impacto de los parques eólicos, unas instalaciones puestas en el ojo del huracán en Tarifa por el peligro que, según algunos grupos ecologistas, suponen para las aves. El estudio ha concluido que, si se siguen algunas precauciones muy simples, estos molinos no revisten riesgos.

La estación utiliza la tecnología del ADN en sus análisis de las poblaciones. Ferrer explica: "Uno se puede sentar en el campo y pasarse dos o tres siglos tomando notas, pero actualmente se puede conseguir lo mismo examinando el ADN para reconstruir la historia hacia atrás, para determinar el árbol genealógico de la población".

El ADN también les ha servido para ciertas investigaciones casi policiales. Muchos cetreros solían sostener que obtenían sus nuevos halcones por cría en cautividad. El equipo de Doñana sometió a las aves a las pertinentes pruebas de paternidad y descubrió que, de diez casos examinados, nueve no eran hijos de sus supuestos padres. "Criar un halcón es trabajoso, y resulta más fácil robarlo", apostilla Ferrer.

El director de la estación concluye con una cuña publicitaria: "Somos la única gran instalación europea del CSIC. Estamos en los programas de la UE para intercambio de investigadores. La reserva de Doñana tiene las series históricas más largas tanto en variación de poblaciones como en datos meteorológicos, de calidad del agua y otros. Ello permite analizar tendencias a largo plazo como no es posible en ningún otro lugar del mundo. La estación es terriblemente atractiva para cualquier investigador internacional". Ya lo saben.

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