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Rusia y Ucrania firman un tratado de amistad que pone fin a los recelos mutuos

Pilar Bonet

Rusia disipará hoy solemnemente, como jamás lo ha hecho hasta ahora, las preocupaciones de Ucrania sobre la integridad territorial e inviolabilidad de sus fronteras con el importante Tratado de Cooperación y Amistad que hoy deben firmar en Kiev los presidentes Borís Yeltsin y Leonid Kuchina. De ser ratificado en los respectivos parlamentos, el documento, trabajosamente elaborado a lo largo de cinco años, pondrá fin a los contenciosos que envenenan las relaciones de las dos potencias eslavas vecinas desde la desintegración de la URSS, en 1991.Para firmar el tratado, ayer por la tarde llegó a Kiev el presidente ruso Borís Yeltsin, dando comienzo así a una visita que había sido aplazada por lo menos siete veces desde 1994. Yeltsin estuvo en Kiev por última vez en 1992 para asistir a una cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Hasta hoy, las relaciones entre Ucrania y Rusia se rigen por un tratado de cuestionable peso jurídico que data de noviembre de 1990, cuando ambos Estados eran todavía parte de la Unión Soviética. En el aeropuerto de Kiev, Yeltsin subrayó ayer su deseo de que las relaciones ruso-ucranianas fueran "fraternales, como deben ser entre hermanos". La palabra "fraternal" fue empleada también por el ministro de Exteriores ruso, Yevgueni Primakov, al dirigirse a su homólogo ucranio, Henadi Udodenko.

Alquiler anual

El tratado ruso-ucranio ha sido posible gracias al desbloqueo previo del problema de la flota del mar Negro y su estacionamiento en la localidad de Sebastopol. Los jefes de Gobierno, Víktor Chernomirdin y Pavel Lazarenko, firmaron esta semana un acuerdo a tenor del cual Ucrania alquila a Rusia tres radas situadas en Sebastopol, además de infraestructura portuaria, un aeropuerto e instalaciones varias, por el periodo de 20 años. Por todo ello, Rusia se compromete a pagar un alquiler anual de 100 millones de dólares (14.300 millones de pesetas) durante 20 años. La cantidad resultante será descontada de la cuantiosa deuda que Ucrania tiene contraída con Rusia, calculada en 4.000 millones de dólares. Rusia reducirá su presencia militar en Crimea tanto en el contingente humano (que será reducido a 25.000 hombres), como en equipamiento militar terrestre.

La fórmula de pago por el estacionamiento de la flota del mar Negro en Sebastopol es bastante confusa, y es previsible que sea objeto de discusiones en los parlamentos de ambos. países, donde los sectores nacionalistas radicales pueden oponerse seriamente tanto al documento sobre la flota como al Tratado. El portavoz de Yeltsin, Serguei Yastrzhembski, dijo ayer que no sabía si el documento sobre la flota exige ratificación parlamentaria y señaló que el acuerdo no cambia la actitud negativa de Rusia respecto a las maniobras militares que la OTAN realizará en las costas de Crimea el próximo mes de agosto. Al aceptar el concepto de "arrendamiento" y que los buques rusos tendrán emplazamientos claramente definidos en esta ciudad de la península de Crimea, Rusia renuncia de hecho a sus antiguas exigencias de que Sebastopol, en su integridad, fuera considerada como una base rusa. En otras palabras, Rusia renuncia a cualquier reivindicación territorial de esta ciudad tan vinculada a su historia desde su fundación como fortaleza en 1783.

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Hasta hoy, sin embargo, personajes tan influyentes del espectro político ruso como el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, y el ex secretario del Consejo de Seguridad Alexander Lébed, afirman que Sebastopol debe ser rusa, sin tener en cuenta anteriores garantías dadas por Moscú a Kiev y las garantías de seguridad que Rusia y EE UU dieron en 1994.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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