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Tribuna:TRAVESÍAS - ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Tribuna
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El pasado balcánico

Antonio Muñoz Molina

El Gobierno vasco quiere que el Guernica esté en Gernika. El Gobierno valenciano aspira a que la Dama de Elche esté en Elche. El Gobierno andaluz quiere que dentro de dos años, en el centenario del nacimiento de Velázquez, sus cuadros viajen del Museo del Prado a Sevilla, dado que Velázquez es un pintor andaluz. Cuando la Alhambra se convierte en el centro de diatribas muy serias sobre los modos de su conservación y sobre las intervenciones que pueden o no pueden hacerse en su recinto y en los alrededores, saltan voces que lo resumen todo en el viejo melodrama del centralismo malvado: "Madrid quiere quitarnos la Alhambra a los andaluces".Todo el mundo tiene un agravio que arrojar contra el vecino, o contra la abstracta capital de todos los males la que, según Xabier Arzalluz, se queda el arte mientras que Euskadi se lleva. las bombas. (Habría que saber de paso a qué bombas se refiere, o si se ha olvidado de las bombas del puente de Vallecas, de las que aún quedan cicatrices en ese barrio maltratado por casi todos los infortunios, incluido el del terror). En Valencia, las autoridades se dedican sobre todo a predicar que ni su tierra ni su idioma tienen nada que ver con Cataluña, lo cual me recuerda a unos cultivadores de la antropología o de la filología fantástica que hace unos años descubrieron que la lengua andaluza es una derivación del árabe y del tartesio, sin ningún vínculo real con la reprobable lengua española, que fue un idioma inventado durante el franquismo y hablado principalmente por estanqueros y comandantes de puesto de la Guardia Civil. Los parlamentos regionales someten a votación cuestiones de filología del mismo modo que en el viejo Ateneo de Madrid se decidía la existencia o la inexistencia de Dios según los votos de los socios. Los gobiernos regionales, los ministros, los viceconsejeros, adquieren de pronto la capacidad técnica de decidir si el Guernica puede o no viajar. Y lo más curioso, y también lo más alarmante, es que en ese delirio colectivo no hay la menor diferencia entre grupos políticos, porque todos, sin excepción, se han apuntado al viva Cartagena del balcanismo, a la demagogia del agravio comparativo, a la falsificación retrospectiva de la historia y hasta de la geografía.

Yo no creo que el nacionalismo sea ilegítimo: a lo que aspiraba, modestamente, era a que no fuese obligatorio. Pero en estos últimos años se ha observado que la izquierda, por miedo a perder votos, o a no estar a la última, se ha esforzado en todas partes en ser al menos tan nacionalista como los nacionalistas, como si ya no fuese posible defender los valores y los intereses populares, sino mediante el cerrilismo de las identidades colectivas, de. la negación de cualquier idea, propósito o proyecto político de ámbito español. Se da así el caso de que cualquier comunidad tiene una fiesta adecuadamente telúrica, con gran lujo de banderas y danzas regionales, y que el Día de la Constitución es una cosa desabrida que no celebra nadie. Nadie recuerda, ni dice, ni enseña, que toda nuestra legalidad y nuestro sistema de libertades tienen su origen común en esa Constitución, y que los gobiernos y las instituciones autónomas pertenecen al entramado único de la democracia. Nadie lo dice, lo recuerda o lo enseña porque eso equivaldría a subrayar lo que todos tenemos en común, lo que nos vuelve iguales como ciudadanos, iguales en derechos y en deberes, sin privilegios de agravios nunca cicatrizados, sin más méritos que los que nosotros mismos, en el ejercicio del trabajo individual y de la solidaridad, hayamos sido capaces de adquirir.

Un amigo mío de cierta edad se queja siempre de que la fecha heroica del Dos de Mayo haya quedado convertida en mezquino festejo de la Comunidad de Madrid. ¿Pertenecerá el cuadro de Los fusilamientos prioritariamente a la historia del arte madrileño, o tendrá derecho a reclamarlo como propio Aragón, tierra natal de Goya? Un niño que no vaya a la escuela en Andalucía, ¿podrá o deberá enterarse de la existencia de las Cortes de Cádiz, que nos dieron a todos, en 1812, nuestra primera Constitución?

Porque todo este esperpento no tendría demasiada importancia si no fuera porque ha infectado no ya el discurso mediocre de la baja política, sino el espacio del aprendizaje en las escuelas. A la espera de un porvenir adecuadamente balcánico en el que cada uno de ellos disfrute del rango que merece, los dirigentes políticos han empezado por introducir en, la enseñanza el balcanismo del pasado, la fragmentación y la falsificación de la historia a la medida de sus ambiciones, de su cerrazón mental, de su simple hostilidad al saber. Con la coartada pedagógica de que los niños deben conocer con prioridad lo que tienen más cerca se les inculca una estrechez de miras que es la base perfecta para el adoctrinamiento. No sólo no aprenden historia ni geografía: es que la poca historia y la poca geografía que hay en los libros de texto tienden a ser falsas, aunque eso sí, muy adecuadas para fomentar las inquebrantables adhesiones unánimes que no tienen mejor cemento que la ignorancia y la mentira. Para saber que la célebre frase de Arzalluz sobre el reparto de las bombas y el arte es una mentira injuriosa hace falta haber estudiado la historia de España y de Europa. Sólo entonces se comprenderá que el ataque de la Legión Cóndor contra Gernika no fue un episodio más en la eterna hostilidad reaccionaria de España contra Euskadi, sino que formaba parte de un asalto general contra un régimen legalmente establecido, la Segunda República Española, en cuyo ordenamiento legal estaba incluido el estatuto de autonomía del País Vasco.

Nada de esto se enseña ni va a enseñarse en ninguna escuela. Este periódico acaba de publicar un informe muy extenso y bastante desolador sobre el disparate cantonal de los planes de enseñanza, que en ocasiones. le recuerdan a uno las hipótesis burlescas de Borges acerca de una posible equitación protestante, o los proyectos soviéticos para la creación de una biología proletaria. Por lo pronto, ya hay conatos de una geología valenciana, y la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía rechazó no hace mucho un libro de Física por no ser lo bastante andaluz. Personalmente, y gracias a esas normas de pedagogía y nacionalismo, yo tengo la fortuna de ser estudiado en algunos institutos de mi tierra natal en el marco de la literatura jienense.

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