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FERIA DE SAN ISIDRO

Un funeral de tercera

Fue la antifiesta; o sea, el funeral.A esto que ocurre cada tarde a las siete en Las Ventas lo llaman fiesta, pero sólo es una forma de decir. Con el primer toro viene la cruda realidad y la cruda realidad se suele parecer a la llamada fiesta lo que un piano de cola a la máquina de pegar corchetes.

Si hay suerte, un torero estará ahí.

Alguien dice de un torero que estuvo ahí y no necesita más explicaciones. La moderna jerga taurómaca está inspirada en la escuela simplificacionista, evidentemente.

En la antifiesta correspondiente al día de autos, quien estuvo ahí fue César Rincón. Sólo un rato, pero menos da una piedra. Sus compañeros de terna, en cambio, no estuvieron en parte alguna.

Valdefresno / Vázquez, Rincón, Puerto

Cinco toros de Valdefresno (uno rechazado en el reconocimiento), bien presentados; 1º y 3º inválidos manejables, resto devueltos por inválidos. 2º de Puerto de San Lorenzo, bien presentado, encastado. Sobreros: 5º de Jiménez Indarte, con trapío, manso. 4º y 6º de Hermanos Astolfi, con trapío, inválidos. Curro Vázquez: media baja y rueda de peones (silencio); estocada corta caída (bronca). César Rincón: pinchazo tendido bajo -aviso- y estocada (vuelta); pinchazo y estocada (silencio). Víctor Puerto: estocada (silencio); dos pinchazos, otro hondo, rueda de peones y se echa el toro (silencio). Asistió a la corrida el Rey y los espadas le brindaron sus primeros toros. Plaza de Las Ventas, 19 de mayo. 13ª corrida de abono. Lleno.

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Los toros fueron mulas infumables, según el apoderado de Víctor Puerto

La afición se preguntaba dónde se habrían metido los compañeros de terna de César Rincón. A lo mejor se habían subido a la andanada. Y si tal ocurrió, se les alaba el gusto. En la andanada se pasa de cine, mientras en el ruedo no tenían nada que hacer.

Con los toros que salieron los toreros no tenían nada que hacer en el ruedo si no era ensayar posturas, componer desplantes, dar giros de ballet; eso o cogerles a los toros por los cuernos y por el rabo para que se mantuvieran en pie.

Gente seria Curro Vázquez y Víctor Puerto, compañeros de terna de César Rincón, nadie en la plaza y menos aún los aficionados los veían metidos en tales menesteres. Uno no se imagina a Curro Vázquez llevando al toro de un lado a otro agarrado por los cuernos y por el rabo, menos aún a Víctor Puerto marcándose en el tercio un pas a deux.

No conviene exagerar, sin embargo; tampoco es que carecieran en absoluto de posibilidades toreras. Les correspondieron toros que conservaban cierta embestida no exenta de boyantía, y Curro Vázquez le hizo ascos a uno, Víctor Puerto se aliviaba con el otro.

Los aficionados saludaron la reaparición en Madrid de Curro Vázquez con una ovación, y esa fue la única ovación que escuchó. Los aficionados confiaban en el valor y la torería de Víctor Puerto, y Víctor Puerto les decepcionó practicando un toreo reiterativo, superficial, cargado de vulgaridad. Grave asunto.

No querían estar ahí, por lo que se colige.

César Rincón sí quería estar ahí, y estuvo. Estuvo ahí frente al toro de Puerto de San Lorenzo, con el mérito añadido de que el toro no quería que estuviese y pegaba furiosas arrancadas, tiraba insolentes gañafones.

No se arredró César Rincón, que lo toreó en redondo y al natural, con valor sereno y vergüenza torera; con técnica y poderío. Cruzado donde se debe y a la distancia adecuada, su faena sería poco artística, desde luego nada inspirada, mas contenía la verdad del toreo.

Al manso sobrero que hizo quinto lo bregó Rincón precavido y desastrado, sin orden ni concierto, y con la muleta no lo quiso ni ver. Curioso contraste: no parecía el mismo torero. El segundo torero estaba próximo al que pegó el sainete el pasado Dos de Mayo; el primero recuperaba al César Rincón de las tardes gloriosas en el propio ruedo de Las Ventas.

Todos los restantes toros, nada más aparecer, ya estaban para el arrastre. Hubo tres sobreros, luego saltaron nueve a la arena. Y el último, un inválido absoluto e impresentable, debió ser devuelto al corral también. Se oyeron voces de "¡Estafa!". Efectivamente fue una estafa. Anunciaron toros, sacaban borregos. Lo llamaban fiesta y era un funeral de tercera.

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