La revolución periférica

El 15 de mayo de 1992 nació la Sinfónica de Galicia. El balance de los cinco primeros años no puede ser más positivo. La ciudad la considera con orgullo su orquesta, y los músicos tocan con una espontaneidad y frescura que produce asombro. Para celebrar su quinto cumpleaños han invitado el pasado sábado a la Sinfónica de Tenerife -el "modelo" según el alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez- y al Orfeón Donostiarra de J. A. Sainz Alfaro, en una etapa más de un centenario rebosante de admiraciones. Todos juntos han hecho una espectacular Segunda de Mahler bajo la batuta de Víctor Pablo Pérez.El acto tiene mucho de simbólico y muestra a las claras la revolución musical de la periferia. Las dos orquestas más en forma del panorama español, el director más dinámico y el coro más comunicativo, pueden hacer diabluras -y las hicieron-, pero sobre todo subraya que algo sustancial ha cambiado en la vida de nuestro país. La iniciativa musical se ha descentralizado. Si se hace una política cultural con sentido de futuro y se trabaja diariamente desde la inteligencia los buenos resultados artísticos acaban por llegar.La versión de Víctor Pablo Pérez de la monumental sinfonía mahleriana fue serena, atenta al lado cantable de la melodía, transparente, sin retórica y magníficamente estructurada. No se dejó tentar por el lado superficial ni abusó del sonido a la americana que los medios instrumentales le permitían. Hubo limpieza en la ejecución. Virtuosismo en las diferentes secciones y una fabulosa maestría en la intervención del coro. Al éxito global contribuyeron las actuaciones de la soprana G. Bradley y la mezzo J. Rappe. Los diez minutos de aclamaciones reflejan el grado de intensidad vivido en la sala. Escuchar un Mahler así, y en La Coruña, es para quitarse el sombrero. Estamos en Europa musicalmente sin necesidad de esperar homologaciones de monedas únicas.

La apoteosis continuó ayer por la mañana en un concierto popular de la Sinfónica de Galicia y el Orfeón Donostiarra, ideal para una resaca postmahleriana, tanto en una primera parte de zarzuela vitalista e idiomática, como en una segunda melodiosa de arreglos de Peter Hope sobre temas populares. Con Maite y Negra sombra, se consiguieron instantes especialmente emotivos. La temperatura subió hasta el delirio en las propias verdianas de El trovador y Nabucco. Víctor Pablo Pérez volvió a dirigir con elegancia y una enorme sabiduría. La fiesta de cumpleaños de la Sinfónica de Galicia fue de lo más estimulante.