José Luis Guerín: "He hecho un filme sobre los espectros del pasado"
Trabaja con la misma lentitud, pero también con idéntico rigor que Víctor Erice, uno de sus mejores interlocutores personales y sobre todo cinematográficos. De ahí que, a pesar de una carrera que comenzó hace casi 15 años, sólo haya realizado tres largometrajes. José Luis Guerín (Barcelona, 1960) es uno de los más apasionantes e inteligentes hombres de cine de nuestro país. Ahora, después de casi tres años de un trabajo a menudo solitario, ha logrado ultimar Tren de sombras, un filme sobre la memoria, pero también y por encima de todo, según explica Guerín, sobre "esos espectros del pasado que el cine nos devuelve periódicamente". La película se proyectó ayer en Cannes dentro de la Quincena de los Realizadores.
Memoria y cine, paisaje interior y geografía exterior, pasado y presente, elementos todos ellos presentes en su película anterior, Innisfree (1990), un lúcido homenaje al cine de John Ford, a Irlanda y sus gentes, con la excusa de la rememoración del rodaje de El hombre tranquilo, vuelven a ser los ejes en tomo a los cuales gira la narración de Tren de sombras. El título remite directamente a un texto del escandalizado Máximo Gorki cuando rememoró, en un periódico ruso de julio de 1896, las terribles impresiones que le provocó su primera sesión de cine."En el origen del proyecto está ese texto de Gorki, que afirma que el cine no es la vida, sino su sombra, no es el movimiento, sino su espectro silencioso. Pero también una conversación apasionante con Víctor Erice. Víctor, que es muy sensible a algo que está en Innesfree, los muertos, la relación entre pasado y presente, y la capacidad del cine para convocar los fantasmas del pasado, fue quien me empujó a que me lanzara a la aventura", reconoce Guerín.
La "aventura" fue un rodaje de varias semanas, en 1995, en Normandía, donde se desarrolla integramente la acción, y una operación de montaje, en la que tuvo en Manel Almiñana a un excelente colaborador, que duró más de un año, con problemas derivados de la financiación del filme. Pere Portabella se unió al proyecto como productor cuando llevaba ya bastantes meses de accidentado curso.
Tren de sombras, un insobornable filme de autor que se disfraza hábilmente de documental de creación, se ordena en dos segmentos diferentes. En uno se ven las imágenes reconstruidas de una película familiar, supuestamente rodada por el doctor Gérard Fleury en un lugar de Le Thuit, Normandía, en el verano de 1930, tres meses antes de su súbita muerte. En la otra, la cámara de Guerín rastrea en el presente esos mismos escenarios que en el pasado sirvieron a Fleury de inspiración para su cámara de aficionado.
"El cine, sobre todo el comercial, se ha valido siempre de muy sofisticados recursos para hacernos olvidar su gran verdad, que muchas veces las películas que vemos están realmente interpretadas por muertos. que ya no están entre nosotros, pero que seguirán por siempre tan jóvenes, bellos y deseables como hoy se nos aparece Marilyn", afirma Guerín.
"Por eso elegí una película familiar, porque esas películas, con sus imperfecciones, las veladuras de los fines de rollos y el anonimato de quienes en ellas aparecen hacen mucho más directo el sentimiento; provocan, si se quiere, la elegía y nos recuerdan, con una fuerza que es la que el cine comercial esconde siempre, que estamos ante una colección de personas muertas: nos recuerdan, en suma, la fragilidad de la existencia", dice.
Hurgando en los mismos escenarios, Guerín se propone regresar doblemente a los orígenes. "Por una parte, a los orígenes del cinematógrafo, a las formas de hacer del cine mudo. Pero por otra, también a mis propios orígenes, a cuando era niño y jugaba, creo que como muchos niños, a dar forma a las sombras, a imaginar que las nubes eran cosas concretas", reconoce.
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