Bellas ruinas
En los círculos del rock se contaba un chiste cruel: "¿En qué se parece la ciudad de Berlín a Marianne Faithfull? Sencillo: por ambas han pasado ejércitos de hombres". Una gracia machista, pero que nadie se ofenda. Desde luego, Marianne no se molesta: entiende que gran parte del interés por ella en sus años otoñales deriva de sus famosos amantes. El contar esos encuentros formaba parte del contrato que firmó para publicar su autobiografía..Cumplió esa cláusula. ¡Con creces! En realidad, su libro (hay versión española en Celeste Ediciones) relativizaba esa imagen de devoradora de hombres. Y revelaba lo absurdo de ese axioma que dice "si puedes recordar los años sesenta, es que no los viviste". Bien, ella los vivió y los evocó con una nitidez y una sinceridad verdaderamente ejemplares: sin buscar excusas, sin exonerarse. Es una de las más hermosas lecciones de esta superviviente.
Recital de Marianne Faithfuil
Marianne Faithfull (voz), PaulTrueblood (piano). Centro Cultural de la Villa. Madrid, 9 de mayo.
El carisma de los supervivientes sólo es superado por el de los caídos. Nos congregamos ante Marianne Faithfull para congratularnos de su fortaleza, para comprobar que sus heridas están cicatrizadas, para extraer moralejas (los voyeurs necesitamos excusas utilitarias). Ella lo sabe. De otro modo no pediría que acudiéramos a escuchar sus interpretaciones de clásicas de la República de Weimar; ése repertorio ya cuenta con versiones canónicas de Lenya o Lemper. Pero resulta más cómodo actuar con un pianista que mantener un grupo para materializar el sonido de sus discos para Island, los que justificaran el puesto de Marianne en la historia del rock.
Torpona y simpática, Marianne fue desgranando las canciones inmortales de Kurt Weill y sus contemporáneos con esa voz áspera que se rompía ocasionalmente. Sus parlamentos, los mismos que en anteriores giras, situaban esas joyas en la aventura vital de Weill. Sin embargo, fue más emocionante la evocación de su amigo Harry Ni1sson, para cuyo fantasma colocó una copa, encendió una vela "y te pondría cocaína si tuviera", preámbulo para el impresionante Don't forget me.
Esa pieza y su delicada lectura de Hang on to a dream, del también difunto Tim Hardin, hacen desear que Marianne se concentre en el cancionero de su generación, menos sobado que Mack the knife o Bilbao song. El recital se cerró con su primer éxito, As tears go by, en una versión tan apresurada que no llegó a exhalar toda su melancolía. Marianne tenía un coche esperándola: quería ir a saludar a sus jóvenes admiradores de Blur.
Babelia
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