'La batalla de Chile' regresa a su país
El documental de Patricio Guzmán se estrena en Santiago después de 23 años
Por primera vez en 23 años la trilogía La batalla de Chile (1973-79) se proyectará en una pequeña sala de Santiago de Chile. El documental, que recoge en casi cinco horas de metraje el periodo final de Salvador Allende y la violenta usurpación del poder por Augusto Pinochet, se proyectará un solo día y en una sala para 300 personas. Pero Patricio Guzmán, su director, también llevará debajo del brazo otra película, La memoria obstinada, documental que rodó hace unos meses en Chile y que muestra a un país que ha borrado de su memoria (por dolor o por ignorancia) el pasaje más grave de su historia reciente.
"El presente no. son los últimos cuatro anos, sino los últimos cuarenta años", afirma Patricio Guzmán, que reside en Madrid desde 1986 y que defiende la idea del documental subjetivo. "Desde el momento en que uno coge una cámara y elige un punto de vista ya es subjetivo. La objetividad es un fingimiento. El documentalista es un testigo que toma partido, que se involucra plenamente en lo que cuenta y eso es bueno". El director añade: "El documental no es un ojo o una ventana sino una representación de la realidad. El único documental objetivo está en las imágenes de las cámaras de los bancos o las del tráfico".En La memoria obstinada, rodada en 1996 en Santiago de Chile, de producción franco-canadiense y ya estrenada en París hace dos meses y en Madrid esta semana en la Casa de América y la Filmoteca, aparecen algunos personajes de La batalla de Chile 23 años después: son los portavoces de un fracaso colectivo. "Para muchos, en Chile la memoria es un asunto cerrado", dice el propio Guzman en un momento de su documental. "La Unidad Popular era una nave de soñadores", añade un personaje en la película. "Era un sueño noble y de justicia. Y es muy duro cuando un sueño se hace pedazos y sobre todo es muy duro darse cuenta de que uno no puede avanzar sin ese sueño".
Debate con estudiantes
Guzman pidió permiso el pasado otoño en 40 colegios de Santiago para proyectar algunos fragmentos de La batalla de Chile (en los que se ven desde las imágenes del triunfo democrático de la Unidad Popular a la llegada de los tanques a la Casa de la Moneda) y tener luego un debate con los estudiantes. "Sólo me permitieron ir a cuatro colegios. En el resto me dijeron que los chicos se podían traumatizar, que el pasado había que olvidarlo", explica Guzman, que se encontró por un lado a una juventud chilena que explica fríamente por qué el golpe fue necesario ("Pinochet fue la primera persona que se atrevió a dar un martillazo al muro de Berlín", dice un estudiante) frente a otra juventud que simplemente levanta los *hombros y entre lágrimas se disculpa: "Yo no sabía que habían ocurrido cosas así... Alguien nos tiene que explicar qué pasó en nuestro país".
Quizá uno de los momentos más emocionantes del filme es el debate en una clase de adolescentes del colegio de monjas francesas, uno de los más caros de Santiago. Allí, mientras un grupo de alumnas discute en un inevitable tono pijo ("Si hubieran matado a uno de tu familia no dirías eso... ¿A que tú no darías tus tierras a los pobres?"), una distinguida y guapa profesora rompe su silencio mirando a sus altivas pupilas. "Entonces yo estaba en la universidad y recuerdo que la mañana del golpe me alegré, no me gustaba el Gobierno de Allende. Dos días después mi punto de vista empezó a cambiar. Y hoy, con el paso del tiempo, mi opinión ha cambiado completamente. Me equivoqué y reconocer que uno se equivoca es duro". "Jamás pensé", dice Guzmán, "que aquella profesora, en aquel colegio y con aquellas alumnas iba a decir una cosa como aquella. Ésa es la maravilla del cine documental".
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