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Román Gubern publica 'Viaje de ida', unas memorias que califica de "púdicas"

Profesor universitario en EE UU, pionero en los estudios sobre comunicación de masas en España, historiador cinematográfico dueño de un currículo excepcional, Román Gubern tenía aún pendiente una cuenta consigo mismo: la escritura de una autobiografía que diese cuenta al gran público de una existencia singular, en la que ocupan un lugar de privilegio las innumerables personalidades. que ha conocido en su, más que larga, hiperactiva vida intelectual. El resultado se llama Viaje de ida (Anagrama), "un texto púdico", en opinión de su autor.

El libro es un apretado resumen vital lleno de sugestivas anécdotas, escrito "cuando hay que hacerlo: cuando todavía se tiene memoria, y con algunos piadosos olvidos", reconoce el autor.Hijo de una familia drásticamente escindida desde la República por sus enfrentadas opciones ideológicas -una rama de juristas republicanos, los Gubern, y una de financieros de extrema derecha, y por ende afectos al nuevo régimen, los Garriga-Nogués-, el niño Gubern fue un exiliado franquista durante la guerra, y el joven Gubern, un militante comunista desde los años cincuenta, cuando cursaba Derecho en Barcelona, hasta la invasión soviética de Praga, en 1968, cuando rompió sin estridencias sus relaciones orgánicas con el PSUC. No es una paradoja menor en su vida que el ateo profesor universitario llegase a formar parte, ya en los noventa, del exclusivo grupo de expertos -era el único laico entre ellos- encargado por el Vaticano de seleccionar las mejores películas religiosas para el centenario del cine, en 1995.

"De hecho, el detonante de estas memorias ha sido mi experiencia vaticana", reconoce Gubern. "Creí que tenía interés mostrar lo que vi, ese mundo cerrado e impermeable, poblado de personajes de una inteligencia muy aguda". Pero hubo también otros factores que le empujaron a ordenar sobre el papel sus agitadas vivencias: "Uno fue el desconocimiento del franquismo que sé que tienen las nuevas generaciones. En este sentido, como autor creo que el periodo mejor reflejado es el de los cuarenta: la vida cotidiana, la radio, el cine y las formas de entretenimiento, los barrios bajos, la miseria bajo el primer franquismo. Pero también me interesaba reflexionar sobre lo que para mí había significado el final de los regímenes comunistas, yo que provengo de una tradición marxista militante de la cual, a diferencia de otros, no me arrepiento".

Gubem guarda silencio sobre muchas de sus peripecias personales: no son éstas unas memorias chismosas. Todo lo más, reconoce en algún momento, refiriéndose a su biografiado director Benito Pero o, uno de sus más interesantes trabajos historiográficos: "Perojo se pasó la vida huyendo de sí mismo, por eso me identifico con él", elegante alusión a sus propios fantasmas personales. Pero de todas formas, las más de 400 páginas de Viaje de ida constituyen una apasionante inmersión en los últimos 50 años de vida política, social y cultural catalana, y no sólo catalana.

El autor ha tenido la inmensa fortuna de vivir algunos de los momentos privilegiados para un historiador de la comunicación, como la eclosión de la nouvelle vague en el París de finales de los cincuenta -"irme a París en 1958 fue el mayor momento de cambio de toda mi vida", reconoce- y la cosmopolita Escuela de Barcelona, y la apasionante vida intelectual de las universidades americanas en los setenta, los años de la consolidación de la semiótica, del feminismo y del comienzo de los estudios multiculturales.

Gubern es un estajanovista de la producción intelectual, sin duda alguna una influencia de su educación en colegios jesuitas. "He heredado de los jesuitas esa influencia calvinista que ha marcado mi vida. Sinceramente, no puedo evitarlo: en el fondo,. creo que el mundo es un gran colegio al que venimos a hacer perennemente deberes", ironiza.

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