Ferrero utiliza la familia como "observatorio" en su última novela
A Jesús Ferrero (Zamora, 1952) la frase del pensador francés Gilles Deleuze de que la familia es una máquina que funciona siempre estropeada le viene bien para justificar ese acercamiento que ha realizado al universo familiar, con sus contradicciones individuales y sociales, en su última novela, El último banquete (Planeta). La obra obtuvo hace un mes el Premio Azorín de Novela, y fue presentada ayer en Madrid por Guillermo Cabrera Infante.Aunque desde Bélver Yin y Opium, sus primeras novelas, la familia y las relaciones conflictivas, e incluso incestuosas, han estado presentes en su obra, no cree Ferrero que éste sea el único tema de su narrativa, pero sí, acaso, uno de los más recurrentes. "La familia, y eso lo sabían ya los griegos, es un universo absolutamente privilegiado para ver todos nuestros problemas". En El último banquete, la cena navideña será la mecha que haga explotar esa gran olla podrida de afectos y silencios familiares.
"Bueno, yo no hablaría de bomba de relojería, que luego. vienen los críticos y la ven sólo como una bombita". Bomba, no, olla podrida pero sobre todo "el mejor observatorio; mientras la escribía, he ido descubriendo que la familia funciona porque es necesaria: es el pequeño circo en que te preparan para enfrentarte a la sociedad; en la familia se experimentan todas aquellas cosas que luego vas a experimentar".
"Relaciones más modernas"
Si en otras novelas suyas la familia aparece desmembrada desde el principio, en esta ocasión Ferrero ha preferido "expresar las contradicciones de la familia molecular actual", basándose en sus propias vivencias personales, "pero también en otras relaciones más modernas, en las que veo agrandados los problemas, en las que los abismos son mayores". En su opinión, "ahora no se habla más entre padres e hijos o a lo mejor sí, pero no tengo duda de que unos y otros se entienden todavía menos que antes".
Para remover el avispero de los resentimientos Ferrero ha buscado la tercera persona. "He pretendido", comenta, "que esas contradicciones no surgieran del narrador, sino que salieran de los diálogos de los protagonistas, que fueran ellos quienes desvelaran sus ocultamientos y sus rencores". Y esa supuesta neutralidad del autor, que renuncia a abusar del deus ex machina, de lo que Ferrero denomina "intervenciones ilegales del narrador", es lo que hace que la novela, en una primera lectura, resulte más lineal y menos compleja que libros suyos anteriores. Se defiende Ferrero con convicción: "Estoy convencido de que toda novela debe ser en mayor o menor grado lineal y que la falta de linealidad es falta de ambición literaria, porque entonces cuenta más la estructura que lo que están narrando. La verdadera ambición literaria es la suplantación de la realidad, no un laberinto más o menos interesante que pueda complacer a determinados lectores".
Babelia
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