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Cientificos británicos hallan una conexión entre la anorexia y la falta de riego sanguíneo cerebral

Isabel Ferrer

La anorexia, un desorden alimentario que inclina a sus víctimas al ayuno voluntario, a veces fatal, puede tener una causa biológica. Un equipo científico británico ha observado que una parte del cerebro de los pacientes, el lóbulo temporal anterior, recibe menos riego sanguíneo que el resto, y es el mismo que controla el apetito, la sensación de saciedad y la percepción visual.Precisamente, las tres áreas distorsionadas entre los menores de 9 a 16 años atendidos en el hospital infantil londinense Great Ormond Street. De probarse el hallazgo, sería posible ayudarles incrementando el flujo de sangre en la zona afectada.

El psiquiatra Bryan Lask, la psicóloga Rachel Bryant-Waugh y el radiólogo Isky Gordon, han utilizado potentes escáneres para conseguir una imagen del cerebro anoréxico de 18 pacientes menores de edad. En 16 casos, su riego era un 10% menor. Algunos presentaban hasta un 30% menos de la sangre considerada normal. Los tres especialistas se han mostrado muy cautelosos ante su propia investigación, que califican de sorprendente. "La falta de flujo sanguíneo puede deberse al hambre o la deshidratación sufrida por estos niños. Sin embargo, tres de las chicas que se recuperaron y ganaron peso seguían padeciéndola un año después de recibir el alta", ha dicho Bryan Lask.

El trío ha reconocido que la anorexia puede deberse a factores genéticos, sociales, trastornos de personalidad o estrés. "Pero si probamos esta predisposición biológica seremos capaces de, ayudar al anoréxico a mejorar la imagen que tiene de sí mismo", añade Lask. Para los médicos, decirle a los padres que no suelen tener la culpa del comportamiento del hija aliviará también la situación familiar. Uno de cada 100 adolescentes, en su mayoría muchahas, sufre anorexia en el Reino Unido, total 70.000.

En España, los últimos estudios señalan, también, que una de cada 100 chicas sufre anorexia, y revelan además que devora en edades cada vez más tempranas: niñas y niños de entre 9 y 12 años, que tienen en común la preocupación por su silueta.

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