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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La humillación de vivir

Esta obra es "sobre la humillación cotidiana de existir". Son cuatro muchachos jóvenes: parece que les queda algún tiempo de humillación por delante. Si de ella sacan el ingenio, la capacidad de dialogar y de inventar, el arte de interpretar que se ve en esta obra, desasistida de todo gasto dinerario, como suele suceder en estas salas y estos grupos que antes se llamaron de arte y ensayo y ahora alternativos. Mejor: así no hay engaño.El Animalario -animales humanos- se desarrolla en cinco escenas, de las que es costumbre española llamar sketches, todas muy bien escritas por Alberto San Juan, humorista de raza. Excepto la primera, que está en colaboración con Juan Cavestany. Y en esa primera ya sale la tragedia de la comicidad, ya se desenvuelve, lentamente, de entre las risas y las carcajadas, un punto de brutalidad, otro de indefensión y otro de cobardía -son tres personajes- que puede sobrecoger. Estas apariciones de la desgracia de la desventura cotidiana irán apareciendo en las siguientes creaciones, separadas unas de otras por un cuarteto de jazz. En vivo, también se dice, en vista de que las grabaciones son muertas.

Animalario

De Alberto San Juan. Intérpretes,Ernesto Alterio, Nathalie Poza, Alberto San Juan, Guillermo Toledo. Dirección: Ración de Oreja. Sala Ensayo 100. Madrid.

No me atrevo a hacer distinciones de competencia, de calidad, entre los cuatro actores: no creo que acudan aquí en concurso, sino en conjunto. Hay modalidades: el que está más inclinado a la risa, el que da más de sí en el medio tono, o el del desprecio y la fuerza, o la indefensión. No sé cómo se desarrollarán: seguramente bien, a juzgar por lo que es algo más que una muestra. El problema quizá esté en que se desarrollen demasiado bien, en que se profesionalicen -prácticamente cada uno de ellos es ya un profesional, y el conjunto les funciona bien; me refiero a la conversión en rutina que hacen algunos profesionales-, en que conozcan de verdad la humillación de la vida y tengan que aceptar hacer otras cosas. En que conviertan su condición de intérpretes en la de personas inspiradoras de las tragedias.

Estaban allí, y sus amigos, y sus novias o novios; les dieron el éxito, pero no se lo regalaron. Era justo, y yo no soy condescendiente: me daría un poco de asco serlo por el motivo de que son jóvenes, o por el brillo de su ascendencia, y espero que ésta sea una ocasión para que otras personas acudan y se dejen llevar por lo que se les ofrece; y para que se vayan acostumbrando a estas salas, que son un refugio del teatro que se va despilfarrando por ahí.

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