"¿Por qué a mí?, ¿por qué a mí?"
Desconsuelo e impotencia entre los familiares de las víctimas
"¿Por qué me ha tenido que pasar esto a mí?, ¿por qué a mí?, ¿por qué?". La madre de uno de los jóvenes fallecidos en el accidente ferroviario del lunes por la tarde en Uharte-Arakil se derrumbó entre su desconsolada e impotente letanía de preguntas sin respuesta. Acababa de confirmársele que su hijo, cuyo cadáver fue uno de los últimos en poder ser identificado en el Instituto Anatómico Forense del Hospital de Navarra, era una de las víctimas.Un golpe brutal, un dolor infinito. El mismo que sentían todos y cada uno de los familiares y amigos de los muertos según iban comprobando que la fatalidad, era cierta, que habían perdido para siempre a sus seres queridos y que ahora ya sólo tenían ante sí la frialdad de cubrir unos trámites mínimos para el traslado de sus cuerpos. Algunos, claro, tuvieron más fortuna y se salvaron del "terremoto". Porque el descarrilamiento del Intercity de Barcelona a Hendaya fue "como un terremoto", según lo recordaba ayer, desde su lecho de la Clínica Universitaria de Navarra, José de la Poza Laso.
A sus 62 años de edad, este hombre natural de Jaén, pero residente en Zumárraga (Guipúzcoa), no podía por menos que pensar, entre sus fuertes dolores en el pecho y en una pierna por los golpes sufridos, que había vuelto a nacer. Su alegría era además doble porque su nieto, que le acompañaba en el viaje, había conseguido salir ileso del trance.
Apenas le dio tiempo a comentar que el tren iba "demasiado rápido" cuando, de pronto, De la Poza se vio arrastrado por el impacto. "Lo primero que recuerdo", relataba ayer, "es habernos visto a todos en el suelo". "Te venían cacharros por todos lo sitios. Yo sólo había visto algo parecido en las películas de cine", agregaba de manera expresiva.
Él quedó atrapado entre los hierros de su vagón, el 111, pero sólo por el pantalón: "Tuve mucha fortuna de que así fuera. Gracias a ello, pudieron sacarme del atolladero simplemente cortándolo con una navaja.
A De la Poza no se le olvidará lo ocurrido. Quien lo ha olvidado, aunque sólo sea en parte, es Enautz Ortiz Aguirre, de 14 años, uno de los niños heridos como consecuencia del siniestro y que también se recupera en la Clínica Universitaria de Navarra de un traumatismo craneoencefálico y una rotura de muñeca, así como de lesiones y contusiones en el rostro.
"Ruido, mucho ruido"
Sólo recuerdo ruido, mucho ruido, ya que perdí la memoria", repetía ayer Enautz. El muchacho regresaba a Legazpi (Guipúzcoa), en unión de su hermano, un primo y dos amigos, tras pasar las vacaciones de Semana Santa en Artajona (Navarra), donde, sonreía, sólo se había dedicado "a jugar"."De lo único que me acuerdo", relataba, "es de que el tren se fue primero a la izquierda y luego a la derecha para, finalmente, volcar". Él perdió el sentido por unos instantes. Cuando recobró el conocimiento, se encontraba fuera del segundo vagón, el que ocupaba, y ya estaba siendo atendido por los servicios médicos, que en seguida le llevaron hasta una ambulancia para que fuera ingresado en el mencionado centro sanitario.
"Lo que más me impresionó", añadía, "fue ver a a la gente sangrando y llorando alrededor". Él mismo se sentía "muy asustado" y "con mucho dolor en la cabeza y en la muñeca", aunque ayer había mejorado de manera ostensible. Acompañado de sus padres y una tía, Enautz, que estudia segundo de ESO, también se animó con la visita que hizo a los heridos el ministro de Fomento, Rafael Arias Salgado, aunque sólo hubiera estado con él "cinco minutos".
Los vecinos de Uharte-Arakil recurrieron a los más dispares calificativos para tratar de definir el accidente. Para algunos, según comentaban ayer, fue "como un relámpago". Para otros, "como una avioneta que pasa por encima".
Curiosamente, para Rafael García, el conductor de un camión de medio tonelaje que fue arrollado por el tren descontrolado, sólo fue, en principio, "como una broma". Había parado en su pueblo natal para tomarse un descanso en su viaje a Francia para entregar una carga de vitrinas frigoríficas y se hallaba en un bar cuando alguien le informó que su vehículo había quedado destrozado. No se lo podía creer. Pensaba que se trataba de una chanza. Ahora piensa solicitar a Renfe otro nuevo porque es su "medio de vida".
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