Brillante ejercicio de estilo

Durante los dos últimos años se ha producido un espectacular aumento de las coproducciones entre España y otros países. Esto ha dado lugar a casos tan curiosos como el de Flash-back (El apartamento). Una película que narra una historia que se desarrolla íntegramente en París, pero la mayoría de sus interiores e incluso algunos de sus exteriores están rodados en los estudios Los Ángeles, situados en la pequeña localidad madrileña de Pinto.Sin embargo, no es una imposición de los coproductores, sino una discutible decisión del joven debutante realizador francés Gilles Mimouni. Con ella quería, por un lado, tener un mayor control sobre los variados elementos puestos a su disposición, huir lo más posible de las tentaciones de la improvisación y, por otro lado, tener concentrados a los actores lejos de su habitual ciudad de residencia.

A favor de los técnicos franceses y españoles que han intervenido en la realización de los decorados de la película hay que decir que sólo en algunos casos se nota que lo son, pero nunca parecen realizados en España. No obstante, lo que resulta más discutible es si esta decisión del director Gilles Mimouni es acertada. Dado que consigue que la compleja historia de amor que narra resulte todavía más fría de lo que podía y debía haber sido, subraya todavía más su lado de brillante ejercicio de estilo.

Vueltas y puntos de vista

Más cercana a las olvidadas novelas y películas del francés Alain Robbe-Grillet que a las siempre presentes proyecciones del británico Alfred Hitchcock, Flash-back (El apartamento) narra una historia de amor, como si se tratase de un complicado policiaco, a través de una demasiado compleja mezcla de vueltas hacia atrás y cambios de puntos de vista en la que resulta fácil perderse entre cuatro personajes muy gratuitos.La historia del joven ejecutivo, a punto de casarse, que durante unos días se ve envuelto en una complicada relación con otras dos mujeres -un viejo amor perdido al que cree reconocer y una suplantadora que aprovecha la situación-, está montada de manera en exceso artificial, en una mezcla demasiado cerebral, de vueltas hacia atrás y escenas repetidas desde diferentes puntos de vista que la complican en exceso pero que, por otra parte, son su atractivo y principal razón de ser. Para acabar en el mismo punto donde comenzó, desarrollar una peculiar sensación de sueño, de vacío, de aquí no ha pasado nada, y subrayar el tono de brillante ejercicio de estilo que tiene el conjunto.

Se trata de un proyecto en exceso ambicioso para un debutante como Gilles Mimouni, que se sigue con atención, pero que al final explota en el aire subrayando en exceso su lado de inflada pompa de jabón. En buena medida la historia sólo resulta creíble gracias a la vida que consigue dar a sus fríos personajes un buen grupo de actores, a cuya cabeza se sitúan la italiana Mónica Bellucci, la francesa Romane Bohringer y la española Mapi Galán, bien acompañadas por los muy distintos franceses Vincent Cassel y Jean-Philippe Ecoffei.