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INGE MORATH, FOTÓGRAFA

"Nunca me interesó el tópico como imagen de España"

Miguel Ángel Villena

Tiene unos preciosos ojos azules que transmiten un vitalismo desbordante. Da la impresión de que Inge Morath fotografía todo con su mirada y que, cuando algo le sorprende, echa mano de dos pequeñas cámaras, que lleva siempre consigo, y retiene ese preciso instante. Es ya un mito en su profesión, pero mantiene la curiosidad de una adolescente que declara entre risas: "Para mí la fotografia es una pasión y en modo alguno un trabajo. Encima me pagan por dedicarme a satisfacer mi pasión".

Habla un español muy correcto aprendido en sus numerosos viajes a España, un país que descubrió en los años cincuenta cuando colaboraba con la agencia Magnurn, a las órdenes nada más y nada menos que de Robert Capa. Aquel periplo deslumbró a Inge Morath que todavía alcanzó a ver una "gente sencilla y espontánea, no contaminada por la televisión y marcada por una guerra reciente". Reflejó, como ella dice, "la elegancia y el orgullo de la gente sencilla" y rechazó el folclore: "Nunca me interesó el tópico como imagen de España". Nacida en Graz (Austria) en 1923, la fotógrafa llegó a Madrid para hacer un reportaje sobre Mercedes Formica, una abogada que defendía, en pleno franquismo, los derechos de las mujeres separadas o maltratadas. Ayer voló de nuevo hacia España para participar hoy en un homenaje a Formica que le dedica la Residencia de Estudiantes.

"Esperaba encontrarme", comenta Morath, "con una mujer muy estricta y descubrí una persona abierta, guapísima y con un cierto aire exótico. La verdad es que en los años cincuenta España ofrecía una atmósfera misteriosa, quizá por el aislamiento que sufría. De todos modos, lo que más me interesó fue esa elegancia, ese orgullo que tenían muchos españoles. Apenas un puñado de turistas se acercaba en aquellos años y no visitaban más allá de Barcelona, de Mallorca o del Museo del Prado en Madrid". Desde aquel viaje de iniciación, durante el que pidió a Capa quedarse más tiempo, "sin guión, sin planes preconcebidos, sin mapas", Morath ha regresado en más ocasiones.

Su último viaje fue en 1995 cuando visitó la exposición que el Museo Español de Arte Contemporáneo organizó para mostrar su trabajo sobre la España de los años cincuenta. Pese a las inmensas transformaciones que el país ha registrado en el último medio siglo, Inge Morath sigue enamorada de un toque español que, según ella, se descubre en un mueble art-decó o en la gracia que una joven tiene para enfundarse unos pantalones vaqueros. "Ustedes tienen una historia y una forma teatral de encarar la vida que no se halla en otros países", comenta la fotógrafa.

No ha parado de viajar por todo el mundo, siempre con una leica en el bolso, y ha recorrido varias veces países tan fascinantes como Rusia o China, que figuran junto a España en su lista de preferencias. Nacida en Graz, una ciudad austriaca fronteriza con Eslovenia y con Hungría, ha vivido en París, en Roma, en Estados Unidos y, fruto de este espíritu aventurero, habla inglés, español, alemán y francés, pero también chino mandarín. Ahora bien, advierte que no le gusta viajar por viajar, sino leer, pensar en los países, imbuirse del espíritu de un pueblo. "Hay que tener un ojo puesto en lo que ves y otro hacia dentro. Así surgen las mejores fotos. El ojo hay que mantenerlo abierto, pero ya había algo detrás del ojo cerrado", explica la fotógrafa. Pero el entusiasmo de Morath no descansa y en la actualidad prepara un libro sobre Nueva York, sobre sus calles y sus gentes. "Me encanta caminar por una ciudad", comenta, y su indumentaria -una camiseta, unos vaqueros y unas zapatillas deportivas- da fe de que está lista para salir a deambular por Madrid.

Casada con el dramaturgo Arthur Miller, con quien ha tenido una hija que ahora ronda los 30 años, Inge Morath -en su pasaporte lleva el apellido del marido- alega que siempre ha considerado su matrimonio como "algo provisional". "Nunca he pensado", agrega, "que fuera para toda la vida. Es más, nunca me acuerdo de la fecha de la boda. Ni siquiera nos hicimos fotos. Yo siempre he seguido mi marcha y he dedicado muchas energías a la fotografía". Sonríe cuando se le pregunta qué ocurre cuando se plantea el dilema entre vida profesional y vida privada: "Cierto, es un dilema".

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