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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Patria y bienestar

DE SUS diversas almas, el PNV ha exhibido en este Aberri Eguna la moderada, en vivo contraste con unas vísperas muy combativas en todos los frentes. Arzalluz se mostró el domingo conciliador con el Gobierno, crítico sin exagerar con los socialistas y firme con los de Herri Batasuna: mientras sigan uncidos a ETA, "no hay posibilidad de que vayamos juntos", advirtió a sus dirigentes, que la víspera habían emplazado al PNV y a EA a hacer causa común con ellos en la lucha por la autodeterminación. Arzalluz relativizó, ese concepto, porque "a nosotros no nos gustan las cosas abstractas", y criticó a los que "olvidan la realidad, al ciudadano con sus problemas". Un discurso que en algunos momentos recordaba otros ya lejanos del propio Arzalluz.Ojalá que ese tono moderado sea la señal de un cambio como el de hace una década, cuando, tras la escisión de Garaikoetxea, la evidencia del pluralismo vasco y la necesidad de pactar con otras fuerzas llevaron a Arzalluz a una autocrítica por el sectarismo de su partido y a plantear la hipótesis de un nacionalismo del bienestar, menos agónico y más centrado en las preocupaciones de la gente. Uno de los resultados de aquel giro fue el Pacto de Ajuria Enea, cuya virtualidad máxima fue el reconocimiento de que, mientras existiera la violencia, todos los demócratas, con independencia de su ideología, estaban del mismo lado y enfrentados a los violentos, por muy nacionalistas que se proclamaran.

Pero en los últimos años ha habido tantas ciabogas repentinas por motivos tan nimios -las declaraciones de un ministro, un artículo de periódico, las salidas de tono de un contertulio en la radio- que conviene ser prudentes. En unas pocas semanas, Arzalluz ha cambiado el retrato de un Aznar rodeado de ultras por el de un hombre cabal con el que pueden alcanzarse acuerdos. Cierto que en el intermedio se había producido un pacto de gran calado sobre el cupo vasco a cambio del apoyo parlamentario del PNV al Gobierno. Es probable que en esto la dirección del PNV haga lo que otros partidos: enseñar su rostro más hosco cuando quiere obtener algo. Pero algunos consideran que tales giros son sinceros: que expresan la propia confusión interna del PNV ante problemas para los que no tiene propuestas únicas.

Que el nacionalismo vasco se encuentra en una encrucijada es bastante evidente. Después de casi veinte años gobernando en la mayoría de las instituciones vascas, ni la cohesión social ni el bienestar de los ciudadanos han avanzado mucho; por el contrario, la generalización de la amenaza terrorista y del matonismo que practica el entorno de ETA hace que la desmoralización sea mayor que nunca en muchos sectores. El considerable poder acumulado por el PNV desde 1980 no ha servido para resolver el problema de la violencia: ni por la vía policial, pese a la entrada en liza de la Ertzaintza, ni por la de la persuasión política. Ayer mismo se conoció un escrito en el que, a propósito de la minitregua del verano pasado, ETA reconoce cómo instrumentaliza la consigna de la negociación para dividir a los demócratas. Hace unas semanas se conocía otro escrito en el que los estrategas del asunto se felicitaban por haber conseguido que algunos partidos cuestionen ahora el Estatuto de Gernika, logrando así trasladar a la Mesa de Ajuria Enea la crisis que antes les afectó a ellos.

Miquel Roca, en respuesta a quienes reprochan al catalanismo haberse quedado retrasado respecto al nacionalismo vasco, ha replicado preguntando: "¿En qué quedamos retrasados? ¿En tensiones, en violencia, en calles en llamas y barricadas? En eso quedamos retrasados; en convivencia, libertad y progreso, no". Comentarios como éste irritan sobremanera a algunos dirigentes nacionalistas vascos, pero bastantes de sus votantes comparten el diagnóstico. Y también algunos dirigentes, aunque por el momento se limiten a constatar que si el nacionalismo no logra desengancharse de ciertos discursos agónicos, su porvenir será dudoso.

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