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¿Beber no es vivir?

Flipo con este -¿axioma?- tan municipal y tan espeso, que creíamos misericordiosamente olvidado y que, al igual que la poda/tala, exhuma otra vez nuestro Excmo. Ayuntamiento, sumiéndonos en la angustia y la perplejidad. Porque, veamos, beber... ¿qué? He devorado las múltiples publicaciones enológicas que recibo, por si se tratara de un ataque sutil a la viticultura, tan amenazada ya en España y no digamos en la Comunidad de Madrid, y lo primero que encuentro es la pía exégesis del Boletín Informativo de la Cámara Oficial del Comercio e Industria de Madrid (curso de sumilleres), que dice textualmente: "En primera lectura, la frase puede preocupar a los amantes de la cultura del vino pues, efectivamente, no parece distinguir entre beber vino y beber esas explosivas combinaciones que los jóvenes se preparan los fines de semana...". Y, unas líneas más abajo, no menos textualmente: "Sin embargo, es necesario recordar (sic) que la campaña nace contra el alcoholismo juvenil... que a veces es incluso alcoholismo infantil... pues se han detectado no pocos casos de niños de 13 y 14 años ebrios tras haber tragado las mencionadas mezclas. ¡Grotesco!".Bien, pues ahora yo ya sé lo que la frasecita de marras quiere decir, o al menos lo que quiere decir para el citado Boletín Informativo. Sin embargo, como me temo que muchos millones de españoles (casi todos) no deben de recibir dicha publicación, y no digamos los niños de 13 o 14 años (que no se habrán enterado de nada, como la muñeca de la niña de Bayer en la tele), no tengo más remedio que rebobinar, espero que en general beneficio: ¿Beber qué no es vivir? Porque el agua es buenísima para la salud y para todo, ya se sabe, y la de Madrid, mejor. No hay un solo médico que no diga: "Don Mariano, beba usted mucha agua y se pondrá hecho un toro". Así que no puede ser este líquido vital del que venimos, al que retornaremos y que somos en porcentaje mayoritario, el que puede privamos nada menos que de la existencia.

¿Acaso el vino? (recuérdese que estamos reiniciando la argumentación como si no hubiéramos leído la hoja ésa). iHombre, no!, porque "el vino es un dios sabio, fecundo y danzarín. Dioniso, Baco, son un rumor de fiesta perpetua que cruza como un viento caliente las hondas selvas vivas" (José Ortega y Gasset). Bueno, doy por descontado que la cita literaria no impresionará al Ayuntamiento, por razones culturales y por si acaso don José hubiera tenido que ver con el señor Polanco, así que pasemos al ámbito de la salud, que hoy está mucho más de moda que la cultura. El tratadista Trémolières escribió ya hace mucho tiempo en su Dietética y arte de vivir: "La ciencia contemporánea establece por qué el vino, consumido en límites razonables (no más de medio litro diario para el hombre, un litro como excepción, y un cuarto menos para la mujer), es un alimento que se puede beber provechosamente y sin riesgos para el organismo". Claro -y eso lo añado yo- que si uno se pone ciego, de vino, fabes o bocadillos de calamares se pondrá malísimo.

Mas descendamos a terrenos más específicos: se sabe, igualmente desde hace tiempo, que el tinto, bebido con mesura, mejora el HDL (colesterol bueno), reduciendo el riesgo de infarto. Por si fuera poco, el Journal of the American Medical Association anunciaba a bombo y platillo más recientemente el hallazgo de un tipo de colesterol malísimo, el Lp(a), que mata más y mejor que el LDL (malo, a secas). El descubrimiento procede de una larguísima experimentación, el Estudio Framingham, llevado a cabo sobre 2.191 hombres en dos generaciones de norteamericanos, y ya se nos adelanta que la aspirina ¡y el vino tino! son, por ahora, las únicas armas eficaces conocidas para contrarrestarlo.

Añadamos, por último, que el resveratrol (sustancia detectada en la piel de las uvas) es, no sólo el último grito en la medicina que viene, sino toda una panacea para la prevención de la trombosis, el cáncer, las enfermedades hepáticas y dermatológicás, etcétera. Por tanto, beber vino es vivir, y lo demás son tontunas. Y, sí, la campaña desconcertante se referirá a los chavales de 13 o 14 años y sus "explosivas combinaciones", pero que nos lo cuenten a todos y no sólo a la hojita citada. Tengamos la fiesta en paz, bebamos vino en paz, amén, Jesús.

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