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LA LIDIA: FALLAS DE VALENCIA

Se caían de caerse

Cinco toros se caían, no se sabe muy bien por qué. Se caían de caerse. Estaba por ejemplo el toro quieto sin meterse con nadie, quizá evocando el coquetón parpadeo de las vaquitas guapas de la dehesa y, de repente, ¡cataplum!, se caía patas arriba.Hay toros que se caen al humillar, hay toros que se caen al derrotar, hay toros que se caen al arrancar, hay toros que se caen al recular. Ahora bien: caerse por nada, caerse sin siquiera mover pezuña, caerse de caerse y además patas arriba, eso es muy raro. Algo extraño les ocurre a los toros.

Los taurinos -rama sansirolé- suelen divulgar esta singular doctrina: sólo se caen los toros bravos; los mansos, jamás. Bueno, pues resulta que el único toro que no se cayó -jamás- en la sexta corrida fallera fue el bravo.

Bayones / Vázquez, Finito, Calvo

Toros de Los Bayones (uno devuelto por inválido), bien presentados, inválidos en general; 2º con poder, bravo. 6º, sobrero de Benítez Cubero, discreto de presencia, flojo, poca casta Curro Vázquez: estocada corta baja (silencio); pinchazo hondo atravesado escandalosamente bajo (silencio). Finito de Córdoba: pinchazo, bajonazo, rueda de peones -aviso- y dobla el toro (silencio); pinchazo, otro hondo atravesado caído, rueda insistente de peones, descabello -aviso- y descabello (silencio). José Calvo, que tomó la alternativa: pinchazo, estocada trasera y dos descabellos (escasa petición, ovación y salida al tercio); dos pinchazos y estocada (ovación). Plaza de Valencia, 12 de marzo 6ª corrida fallera. Media entrada.

El toro bravo hizo segundo aunque salió tercero. Ocurrió pues al toro que hacía primero lo devolvió el presidente al corral por inválido, se corrió turno y salió en su puesto el que hacía sexto, y el que debía hacer segundo saltó a la arena en tercer lugar. La fiesta -bien se ve- es de una claridad meridiana.

El toro sustituto del primero o primero bis padecía similar invalidez a la del sustituido y sin embargo el presidente no lo devolvió al corral. Tampoco devolvió el cuarto, un tullido total, más inválido que aquellos dos juntos. De donde se deduce que la aplicación del reglamento, en Valencia, depende.

El toro bravo que no se caía tomó tres varas salvajes. Tres va ras que valieron por seis pues el picador hincaba la puya con saña carnicera, se ponía a hacer la carioca y dando vueltas alrededor del toro pudo horadarle hasta las entrañas.

No se amilanó por eso el toro, un entrepelao acucharao de cuajadas hechuras, que se recrecía al castigo, por caerse tampoco le daba y aún guardó fuelle para tomar la muleta torera que le presentaba Curro Vázquez. Ahora bien, Curro Vázquez, en la tarde crucial de su reaparición, no estaba muy por la labor. Curro Vázquez muleteaba con torería -un don innato- e instrumentó redondos y unos pocos naturales, aunque sin ajuste ni templanza. Sufrió dos desarmes. También sufrió dos desarmes en el cuarto lo cual es inexplicable pues si porfió mucho, el toro no embestía: únicamente se desplomaba. Para acabarlo de arreglar, Curro Vázquez mató fatal.

Finito de Córdoba desarrolló dos faenas interminables, plúmbeas, llenas de trucos -el pico, rectificar terrenos, irse al costillar- y manejó el acero con el mismo desacierto que Curro Vázquez o aún peor. José Calvo, más decidido -según correspondía en la solemne ocasión de su alternativa- pudo lucir poco frente a la invalidez del primer toro y aún menos en el sexto, que, flojucho y descastado, tardeaba y se paraba a mitad de la suerte. El aguante de José Calvo le puso en riesgo, dio mérito a sus faenas y resolvió dignamente el doctorado.

Concluyó la fiesta (fiesta surrealista con aires de funeral) y la afición seguía preguntándose por qué los toros se caen de caerse. Y pues nadie da respuesta, quizá proceda presentar denuncia en el juzgado de guardia. No por presunta infracción administrativa de un reglamento del que todos hacen burla sino por delito ecológico. Y que se apliquen las generales de la ley.

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