"La maldad puede resultar muy atractiva"
"La mujer se había refugiado en la isla huyendo de un asesino que enamoraba a sus víctimas. O no, después de sobrevivir a un suicidio por amor. Quizá sólo para olvidar una pasión pendiente con un hombre de otro país". Ya en las primeras líneas nace el misterio y el reto en la nueva novela de Vicente Molina Foix, La mujer sin cabeza (Plaza &Janés), que el escritor presentó ayer en Madrid y con la que da un giro a su carrera literaria. Molina Foix, que por cambiar ha cambiado hasta de aspecto, físico (ha adelgazado 12 kilos), ha desembarcado con todas las de la ley en el género policiaco."Después de La misa de Baroja noté que había llegado el momento de cambiar de velocidad narrativa, de escribir un tipo de libro distinto, de abordar formas que antes no había tratado. Tenía muy clara la historia que quería contar: una mujer huyendo de algo que se refugia en una isla perdida del Mediterráneo, que establece relación con un hombre que también escapa de algo". Ella es Catalina Borrás, fascinante y misteriosa. Él, Carlos Sanchiz, un atractivo detective que se recupera en un pueblo de la costa de una crisis al parecer amorosa. Se conocen, ella le contrata y empieza la aventura.
La mujer sin cabeza arranca con un ritmo sosegado: durante varias tardes Catalina cuenta a Carlos su historia, pero rápidamente se pasa a la acción. No falta detalle: asesinatos, muertos, desparecidos, persecuciones (no se pierdan la del centro comercial Abc de Madrid), tiroteos (impresionante el que ocurre en el Peñón de lfach, con amenazadoras gaviotas sobrevolando la roca), mafias. Tiene todos los ingredientes del género, incluido el socio del detective y la maravillosa secretaria. Otra innovación que introduce Molina Foix es la importancia que concede al paisaje, el ambiente y la escenografía. "Se suele decir que mis novelas se mueven en cierta irrealidad y en ésta he querido hacer un realismo casi fotográfico, utilizando todos los recursos del género; por ello, los personajes tienen un paisaje detrás".
El escritor ha prestado muy especial atención a la "utillería instrumental": las marcas de los coches, las pistolas, el despacho de los detectives. Ha convertido el teléfono móvil -"signo de nuestro tiempo"- en un icono, arma imprescindible de los investigadores. La verdad es que Molina Foix está muy puesto en el, tema. El único "trabajo de campo" que hizo fue inventarse un caso ("quizá algún día se convierta en una novela o en un relato") y ponerse en contacto con varias agencias profesionales. Contrató un detective. "Durante una semana sólo. Son carísimos. Hice que siguiera a un amigo mío y que me presentara informes. Mi amigo estaba enterado, claro, aunque nunca supo quién le seguía". ¿Qué tal los informes? "Literariamente no gran cosa, pero muy interesantes".
Los informes son parte importante de la novela. ¿Qué peligro amenaza a Catalina? ¿Qué se oculta en su pasado? ¿Quién era de verdad su padre? Para averiguarlo, Carlos da por cerrada su convalecencia y se va a Madrid. Interroga a quienes la conocieron, de cada entrevista redacta un informe y cada informe contribuye al misterio: "Todos dan imágenes completamente diferentes de Catalina. ¿Criminal, loca, puta, terrorista? ¿Cuál es la verdadera Catalina?". Ahí está una de las claves de la novela. "Todos los personajes son fraccionarios, están unidos por el concepto de duplicidad, cómo se ven ellos a sí mismos y cómo los ven los demás, y esa división alcanza también a la verdad".
Los límites de la perversión humana es otro de los argumentos de la novela. "Planteo la duda sobre los motivos y la personalidad del criminal. En algún momento se difumina la culpa La maldad absoluta tiene formas de manifestarse muy atractivas y en esta novela los motivos que impulsan al crimen son humanos. Se trata de alguien que está buscando su propia personalidad". Nada es lo que parece. Carlos Sanchiz, por ejemplo, se nos presenta al principio como un personaje muy sencillo, un detective no muy culto, guapo, ligón, que va ganando complejidad hasta convertirse en uno de los puntales de la novela.
Las mafias rusas, las drogas, el tráfico de armas, Benidorm como una metrópolis en la que puede suceder cualquier cosa, todo ello flota como una neblina en el libro sin interferir en la historia. "No quería hacer un thriller de espionaje". La mujer sin cabeza es en realidad una novela sobre la identidad. El criminal siempre vuelve al lugar del crimen y Vicente Molina Foix regresa de nuevo a su obsesión de siempre, la relación entre padres e hijos, entre maestro y discípulo, entre hermanos, entre amigos, las mismas que estaban presentes en La misa de Baroja, sólo que aborda el tema de una manera muy diferente y mucho más ágil. Frente a sus anteriores novelas más intelectuales, no le gusta la palabra, muchos lectores la encontrarán más fácil. "He vuelto a lo de siempre: el amor y la rivalidad que surgen en un entorno familiar, que te devuelve la imagen como un espejo. Me he atenido a lo que mandan los cánones del género: pasan unos hechos y se tiene que llegar a una resolución".
El escritor admite, no obstante, que, de alguna manera, rebate esa claridad de la "resolución", porque, como en la vida, las cosas nunca son absolutas, ni la verdad, la mentira o la maldad. Eso sí, ¿qué pasa con Catalina?, ¿qué pasa con Carlos? El suspense se mantiene hasta la última línea.
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