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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Basura nuclear

LAS ACTIVIDADES industriales, y muy especialmente las de producción de energía, generan siempre residuos. Éstos pueden ser más o menos cuantiosos o nocivos, pueden aparecer en un momento u otro del proceso, unas veces en la fase preparatoria y de construcción, otras en la fase de operación propiamente dicha, pero siempre hay, efectos secundarios, porque siempre hay manipulación de materiales. Lo que ocurre es que la percepción social del fenómeno ha experimentado una profunda transformación en los últimos tiempos; cada vez hay más conciencia de la necesidad de analizar cuidadosamente el impacto de este tipo de actividades sobre la salud o el medio ambiente, se trate de basura radiactiva, dióxido de carbono, cenizas de la combustión del carbón, productos químicos o residuos de los procesos de extracción y tratamiento de minerales, y de eliminar dicho impacto en la medida de lo posible.Pero de entre todos los subproductos de la actividad humana, seguramente los que más honda preocupación producen en la ciudadanía son los relacionados con la industria nuclear: por razones históricas, de su relación de origen con el arma nuclear, u objetivas, dada la peligrosidad y larga duración de algunos de estos productos, o sociológicas, por el carácter insidioso e invisible con que parecen agredir a nuestra salud. Ello se traduce en que el problema de los residuos de la industria nuclear sea el de más intrincada solución, como demuestran los sucesos de esta última semana en Alemania.

El conflicto ha surgido a propósito del traslado de seis contenedores de residuos procedentes de centrales nucleares hasta el cementerio nuclear de Gorleben, provisional a la espera de una complicada localización definitiva. El transporte se ha saldado con una formidable movilización de los antinucleares, que no ha conseguido impedirlo debido al igualmente formidable despliegue policial a lo largo del recorrido; pero lo ha dificultado enormemente y ha aumentado los gastos hasta el punto de hacer pensar a muchos que este tipo de sobrecostes puede hacer inviable la energía de origen nuclear. Éste es, por otra parte, uno de los objetivos del movimiento antinuclear.

Independientemente de los planes de futuro para este tipo de energía, la situación creada en tomo a los residuos ya producidos tiene todo el aspecto de ser de casi imposible solución, Desde luego, alguna medida hay que tomar para contrarrestar sus posibles efectos nocivos. Esto implica algún tipo de operación, que es contestada socialmente, sobre todo por los habitantes de las zonas próximas a aquellas en que se realice o simplemente cercanas al lugar en que se almacenen. Es lógico, por otra parte, que cunda el escepticismo ante la perspectiva de tener que almacenar en condiciones de estanqueidad y aislamiento algunas sustancias cuya toxicidad puede durar miles o cientos de miles de años.

No parece creíble que durante este largo periodo de tiempo los científicos no sean capaces de idear algún procedimiento para tratar los residuos y eliminar o reducir drásticamente su peligro. Para evitar situaciones de las que no es posible salir sin grandes quebrantos es necesario que esas soluciones lleguen pronto. Sólo así se podrán evitar traslados que provocan la oposición generalizada sin resolver de forma definitiva el problema o decisiones de almacenamiento que reciben el sistemático rechazo de todas las poblaciones cercanas.

Pero la búsqueda de métodos científicos que permitan neutralizar o limitar en el tiempo la actividad de los residuos nucleares exige apoyo institucional por parte de los responsables políticos para avanzar en esta vía y una más clara disposición de los científicos para involucrarse en proyectos cuyo objetivo sea la desaparición de los residuos como amenaza a la salud y, el medio ambiente. En él debe fomentarse la producción de energía por procedimientos que no resulten gravosos desde el punto de vista medioambiental.

Investigaciones en marcha sobre un tratamiento más racional y definitivo del problema de los residuos radiactivos, especialmente los de larga duración, están desarrollándose en diversas partes del mundo, incluso con participación española. Pero se encuentran en un estadio aún preliminar. Sería deseable una activación de las energías y los recursos dedicados a llevar a buen fin la resolución de un problema que, contrariamente a otros, con el paso del tiempo no puede sino empeorar.

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