"¿Gabo? ¡Qué horror! Lo lee todo el mundo"
El universo de Macondo sigue vivo en la imaginación y en los estudios
¿De qué vas por la literatura, tío? Cualquiera diría que tú eres García Márquez". Desolado, el joven y eternamente prometedor poeta-novelista replica: "¡Qué horror! ¡García Márquez! ¡Ese fabricante de best sellers! Lo lee todo el mundo". El diálogo pertenece a El premio, el por ahora último Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, o sea, es de mentira, a saber nadie lo ha dicho, pero más de uno y más de dos... cree todavía que la calidad está reñida con la cantidad.Hace 30 años, cuando se acercaba el verano, corrió la voz de que se publicaba una novela muy especial; el rumor llegó de Argentina y los más enterados supieron que estaba en ello la superagente Carmen Balcells.
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava..." Y ahí quedamos atrapados, para siempre. José Arcadio Buendía y sus compañeros llegaron a un lugar donde había un río. Allí fundaron Macondo.¿Pero dónde está Macondo? Probablemente, muy cerca de Aracataca, un pueblo minúsculo a principios de siglo, a 800 kilómetros de Bogotá, junto al río Magdalena. Malvivió el pueblo hasta que se implantó el cultivo del banano y cuentan que vivió entonces una época de esplendor, pero la bonanza duró poco. Finalizada la I Guerra Mundial, se acabó la fiebre del banano y llegaron la pobreza, las huelgas y la muerte, como la matanza de Ciénaga, un año antes de que naciera García Márquez. Pero Aracataca no perdió el derecho a soñar: verdades a medias, mitos, soledad, nostalgia. Esto es Macondo, un mundo real y fantástico que acumula todos los recuerdos de Gabo.
Es muy difícil explicar Cien años de soledad. Hay que leerla, sumergirse en ella. La saga de los Buendía, su peregrinación, sus guerras y amores, Úrsula, Amaranda, Remedios la bella, y sobre todo, Aureliano, el coronel, que sobrevivió al pelotón de fusilamiento, que tuvo más de 15 hijos de mujeres diferentes e intentó suicidarse... Una historia y mil historias que se entrecruzan. Hay que leerla. La leímos, quizá, como una maravillosa novela de aventuras sobre una genealogía familiar, como un retrato de una Colombia caribeña y rica, llena de color, desconocida, absolutamente viva y soñadora.
Lo mejor de esta novela, y ahí está la magia de Gabo, es que ha atraído por igual a estudiosos, críticos y expertos que a los lectores. Macondo es como Yoknapatawpha o como Combray, como los mundos de Faulkner o de Proust. Ricardo Gullón nos contó que en Cien años de soledad, García Márquez trasciende el mito de la selva y lo incorpora a la simbología del Antiguo Testamento. El Génesis: José Arcadio (remite a Arcadia), el que nombra las cosas; el Éxodo: la fundación de Macondo... No es la única interpretación. Pero, por encima de todo, para muchos lectores Macondo seguirá siendo un sentimiento.
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