El vivero londinense
Es un recién llegado al cine, pero al verle actuar se le ve llevar detrás (ignoro en qué extensión, pero está claro en qué intensidad) una singular vivencia del teatro de Londres y alrededores. Hay tantos actores intrusos (por guapeza o por decreto publicitario) delante de las cámaras del mundo y que jamás osaron pisar un escenario que el espejo de su incompetencia permite a novatos como Fiennes dejar ver, de golpe y a la legua, de dónde procede el vigor de su ofició. Basta verle entrelazar parrafadas y comportamientos para caer en la idea de que procede de otro mundo: con igual precisión este recién llegado da cuerpo creíble a un carnicero nazi en La lista de Schindler y a un enamorado húngaro convertido en paciente inglés: sin esfuerzo aparente el demonio se hace ángel. Y se tiene la tentación de ensanchar el asombro que produce esta mutación a otros colegas suyos recién llegados del mismo, por lo visto inagotable, vivero. Por ejemplo, a Fiennes le siguió de cerca Emily Watson, una muchacha que puede crear, con igual dominio de la verosimilitud, una santa y una puta sin salir no sólo de la misma película (Rompiendo las olas) sino también del mismo personaje; y, a la par pero unos puntos por encima en dificultad, de ahí también procede Brenda Bethlyn, señora que puede mutiplicarse en tantas como interlocutores le proporciona Mike Leigh en Secretos y mentiras.
Ralph Fiennes, Emily Watson y Brenda Bethlyn no son bichos raros, sino los tres por ahora últimos apuntados a una lista de eminentes intérpretes emborronada por el tiempo, pues viene de tan atrás que su comienzo se pierde en los orígenes del libro del cine. ¿Qué es sino genio fundacional lo que en la segunda década del siglo lograron dar al arte interpretativo contemporáneo dos teatreros londinenses llamados Stan Laurel y Charles Chaplin.?
Pero no hace falta irse tan lejos para preguntar de dónde partieron Charles Laughton, Boris Karloff, Vivien Leigh, Cary Grant, James Mason, Laurence Olivier, Leslie Howard, Maggie Smith, Ralph Richardson, David Niven, Dirk Bogarde, John Gielgud, Deborah Kerr. Y si se busca en lo escrito hace pocos años se encontrará algo parecido a lo dicho referido a Anthony Hopkins, Jeremy Irons, Emma Thompson, Liam Neeson, Gary Olfield, Daniel Day-Lewis, Ian McKellen, Bob Hoskins. Y si de unos años nos remontamos a unas pocas décadas saltan otros rostros en los que también anida el mismo enigma: de dónde demonios aprendieron su fascinadora facilidad intérpretes tan redomadamente complejos como Richard Burton, Peter O'Toole, Alec Guinness, Vanessa Redgrave, Michael Caine, Trevor Howard, Rex Harrison, Paul Scofield y muchos más aristócratas de las tarimas londinenses, que hoy cubren la espalda de Ralph Fiennes y sus sombras.
Babelia
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