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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Colombia no aprobó

ESTADOS UNIDOS ha descertificado por segundo año a Colombia, lo que equivale a extenderle un volante de mala conducta por su presunta falta de entusiasmo en el combate contra: el narcotráfico. Otra suerte ha corrido México, socio de Washington en el Tratado de Libre Comercio, cuyos vacilantes esfuerzos por combatir la plaga han sido generosamente recompensados. La primera invitación a la reflexión es la de que el solo hecho de certificar o no al prójimo es una arrogante unilateralidad tan inaceptable como la aprobación de la ley Helms-Burton contra Cuba o la ley D'Amato contra los eventuales socios comerciales de Libia e Irán. La segunda reflexión es que, como medio para provocar la dimisión del presidente Ernesto Samper al que la opinión colombiana consideró culpable de aceptar dinero del narcotráfico en su campaña electoral, descertificar es un remedio contraindicado, porque confiere al mandatario la excusa del orgullo nacional para concluir su legislatura en la fecha prevista de 1998. Y la tercera es que la certificación de México ha sido poco afortunada. Porque mientras el presidente Clinton preparaba su anuncio, se escapaba de la custodia oficial Humberto García Ábrego, acusado de lavar narcodinero y hermano del jefe del cartel del Gofflo de México, Juan García Ábrego. Las palabras de Clinton reconociendo que "hay un problema de tráfico de droga en México", pero felicitando al presidente Ernesto Zedillo por su decisión en combatir la plaga, suenan a burla impremeditada, que son las peores.

La descertificación de Colombia no va acompañada, de otro lado, de sanciones económicas, lo que parece indicar que Washington se resigna a que concluya el samperato. Pero, al tiempo, le pone difícil a Bogotá la aprobación de una enmienda que permita la extradición de los narcocriminales, por la falta de reciprocidad. Estados Unidos había exigido el envío de los narcos a juicio ante sus propios tribunales para asegurarse de que se hacía implacable justicia -lo que no ocurre en Colombia-. Washington quiere ahora, por tanto, duros a cuatro pesetas; que Samper, cumpla, sin darle nada a cambio, mientras a México se le exonera antes de que pruebe que obras son amores.

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