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EE UU deporta a las Azores portugueses con problemas de droga

Un centenar de lusoamericanos, en su mayoría hijos de emigrantes portugueses, que cumplen condena en diversas prisiones de Estados Unidos, serán deportados en breve a las islas Azores en virtud de una ley inicialmente prevista para los descendientes de chicanos. La mayoría fueron encarcelados por tráfico de drogas, aunque también figuran entre ellos homicidas y violadores. Otro grupo de 150 repatriados durante los dos últimos años ya ha sembrado el miedo entre la población del archipiélago. Los coordinadores del programa Horizon, destinado a reinsertar a los deportados, han pasado de la preocupación y el escepticismo a temer por sus propias vidas."Realizamos una actividad de alto riesgo que entraña un grave peligro para nuestra propia seguridad. No puedo decir toda la verdad... Sería un irresponsable", confiesa el padre Duarte Melo, uno de los coordinadores del centro de Punta Delgada, la capital de la isla de San Miguel. Los habitantes del archipiélago, situado a 2.000 kilómetros del continente, observan con temor la llegada de estos repatriados que, en raras ocasiones, se adaptan a la plácida vida de las islas, completamente alejada de las diversiones y el ritmo de vida de las grandes ciudades estadounidenses.

Riesgo de delincuencia

La experiencia de los primeros 150 deportados no ha podido ser más negativa. Proceden de zonas donde existe una gran concentración de emigrantes portugueses, especialmente azorianos, como Nueva Jersey, New Bedford o California. Suelen ser hijos de emigrantes educados en torno a una cultura callejera y sin la más mínima referencia con sus orígenes: desconocen y, en muchos casos, detestan la comida, las costumbres y la lengua portuguesas. Estas circunstancias y su angustioso deseo de regresar a EE UU dificultan sensiblemente cualquier proceso de reinserción en una sociedad que no soportan. Su inadaptación es prácticamente general. La mayoría de ellos cree que su régimen de libertad en las Azores constituye el periodo final de una condena que les permitirá el regreso al cabo de unos años. Nada más lejos de la realidad, puesto que su entrada legal en EE UU les está completamente prohibida.Por su parte, las autoridades estadounidenses han alertado a los responsables del programa Horizon para que controlen estrechamente a los deportados si no quieren que éstos formen bandas de delincuentes. La reciente sugerencia del congresista Frank Barney ha provocado cierta alarma entre las autoridades portuguesas que realizan un destacable esfuerzo y temen el definitivo fracaso del proyecto. La Unión Europea, la Seguridad Social portuguesa y el Gobierno regional de las Azores no han escatimado medios financieros y humanos en el programa, pero sus buenos propósitos han chocado con la falta de disposición de los repatriados. De los 150 primeros deportados, sólo unos 40 han conseguido adaptarse al país.

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