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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El tren partió

EL TREN de la ampliación de la OTAN ha salido ya de la estación. Es tarde para mirar hacia atrás, pero todavía se está a tiempo de evitar escollos futuros. Yeltsin ha debido entenderlo así y, a pesar de sus notorias objeciones a dicha ampliación, ha comenzado a inclinarse hacia un acuerdo entre Moscú y la OTAN que compense esta extensión atlántica y que van a comenzar a redactar equipos dirigidos por Javier Solana, secretario general de la Alianza, y Yevgueni Primakov, jefe de la diplomacia rusa. Más allá de que los problemas internos de Rusia hayan convertido a la OTAN en parte del debate político. en Moscú, estos expertos negociadores que son los rusos están apostando muy fuerte en una partida de la que quieren sacar la mejor tajada.La ampliación de la OTAN no es ya, pues, cuestión de síes, sino de quiénes -los pocos elegidos se anunciarán en la cumbre de Madrid en julio- y cómo se integrarán los nuevos miembros. La secretaria de Estado de EE UU, Madeleine Albright, impone un calendario para concluir esta negociaciones a finales de año, para que la ratificación de esta ampliación se materialice en 1999, 50º aniversario del Tratado del Atlántico Norte.

EE UU y la OTAN están haciendo grandes esfuerzos para establecer una estrecha relación con Rusia. En desarme convencional, la posición occidental se está flexibilizando para satisfacer los legítimos intereses de seguridad de Rusia frente a sus vecinos. Albright viajó a Moscú la semana pasada con la oferta de crear una brigada conjunta OTAN-Rusia, que se sumaría a un sistema de estrechas consultas e incluso codecisión, a través de un consejo conjunto. Pero la OTAN se sitúa así ante su contradicción: quiere atraer a Rusia lo más posible, pero sin llegar al abrazo de la entrada de este complejo país en la organización. Sin embargo, ésta es una posibilidad que no conviene cerrar de manera tajante, pues a largo plazo puede no resultar descabellada.

En este momento, Rusia está sumida en unos problemas internos graves que bloquean tal perspectiva, desde el frágil liderazgo de un presidente enfermo hasta las relaciones con los países vecinos, antiguos integrantes de la Unión Soviética. Las protestas rusas por el reciente viaje de Solana a varios países del Cáucaso han sido un botón de muestra de un mensaje nada positivo por parte de Moscú sobre el territorio que considera su coto de caza. Lo que a su vez revela un problema básico: la situación psicológica y geoestratégica en que quedarán los países que no entren, que son los más.

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Hay que insistir: el objetivo de todo este ejercicio no debe ser sólo el legítimo ingreso de unas nuevas democracias en la OTAN, sino la creación de un sistema esta ble de seguridad compartida en toda Europa. Una vez el tren está en marcha, detenerlo o hacerlo retroceder resultaría contraproducente. Pero hay que asegurar que no descarrile.- Hay algo peor que una ampliación mal hecha: una ampliación fracasada. Es posible que existan dificultades en el proceso de ratificación parlamentaria de esta ampliación en los 16 Estados miembros, incluido el Congreso estadounidense. Y se pueden anticipar problemas seguros con Turquía, pues Ankara sabe que ésta es la última palanca de la que dispone para forzar una negociación para estrechar su relación con la Unión Europea, o incluso para intentar ingresar en ella. Entre tanto, de no remediarlo de alguna forma, la OTAN se habrá adelantado con esta ampliación al Este a la Unión Europea como gran factor de unificación del continente; o al menos de una parte de él. Era lo más fácil; pero no lo más conveniente.

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