Esas raras técnicas fiables al cien por cien
Denuncia la Confederación de Asociaciones Profesionales Taurinas, llamada CAPT, que las técnicas que se emplean para detectar el afeitado de las astas -cuatro pruebas científicas, nada menos- no son fiables al 100%. Y, dado este supuesto, las descalifican en su totalidad. Paradójicamente, se avienen a aceptar, en cambio, la opinión de los veterinarios si descubren el afeitado de las reses en los reconocimientos previos a las corridas, aunque se hacen a distancia y a ojo de buen cubero. Como diría el jefe comanche: "Mi no entender".O quizá "sí entender". Podría tratarse del truco del almendruco: si los veterinarios reconocen toros íntegros por la mañana y con su venia quedan exentos de sanción, da tiempo desde entonces hasta las siete de la tarde a dejarlos mondos y lirondos.
La pretensión de que se garanticen en un 100% las técnicas de análisis contradice la vida misma. Nada hay en el mundo que pueda garantizarse al 100%. Por ejemplo, los taurinos no son fiables al 100%. Hay empresarios que estafan a los toreros y les cobran por torear; hay ganaderos que crían toros inválidos, borrachos y crepusculares, y algunos los mandan a las plazas con tanto prurito de pitón que parecen afeitados, según ellos mismos han hecho saber; es decir, enfermos, inútiles, con los cuernos podridos, y encima se los pagan a millón.
Ahora han divulgado mediante notas de prensa e inserciones publicitarias un comunicado "a la opinión pública" donde unos catedráticos y el hijo del ganadero Victorino Martín pretenden demostrar científicamente que las técnicas serían fiables si añadieran una serie de sofisticadas especificaciones. Y todo para una repugnante y burda chapuza -detectable a simple vista-, que perpetra un embrutecido gañán y consiste en cercenar los cuernos de un serretazo, sacarles punta y untarlos de grasa o pintura para, disimular la tropelía. A lo mejor con esa cientificista proclama al científico Victorino (hijo) y sus colegas les dan el Nobel.
Miembros de la CAPT han hecho una propuesta no exenta de gracia: que se cojan astas de 20 toros, unos afeitados, otros no; que los veterinarios los analicen ante notario; y si tienen algún fallo, es que la técnica empleada no vale. O sea, al estilo de los concursos de televisión.
Si prosperara está calenturienta sugerencia habría que aplicarla a otros ámbitos de mayor repercusión social y más graves consecuencias para las personas implicadas. Por ejemplo, el asesinato.
El procedimiento habría de ser similar: se cogen 20 cadáveres que tuvieron muertes violentas uno que lo violaron, otro que se cayó por el hueco del ascensor, otro que le atropelló el tren, otro que lo molieron a palos y los forenses los examinan ante notario; y si fallan algún dictamen, es que las técnicas no sirven; ninguna autopsia tendrá valor de prueba pericial. Los violadores y los asesinos podrán dormir tranquilos.
Sin sanción
No cesan los taurinos de fabular paradojas, presionar, coaccionar, gastar dinero para que el afeitado quede sin sanción. Y, mientras tanto, no se conoce que hayan adoptado ninguna medida para erradicarlo; que hayan expulsado a quienes afeitan y sumen en el oprobio al gremio.Lo último que propalan los taurinos es que este año los toros van a tener poca cara. Dan igual los encastes, las procedencias, las características de las dehesas: poca cara en todas partes, como si hubiera epidemia.
Unos poca cara, otros mucha cara; así es la vida.
Los ganaderos anuncian que o se aceptan sus exigencias sobre análisis de astas o van a la huelga. ¡Hurra!, ¡Al fin!, ¡Alegría, alegría! Los detractores de la fiesta, la sociedad protectora de animales y, sobre todo, los propios animales están de enhorabuena.
Babelia
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