Hombre rico, hombre pobre
Se estrenó hace 30 años: su contenido tiene hoy el mismo valor, aunque distintos accesorios literarios hayan quedado antiguos. El director, Manuel Canseco, que ha hecho muy bien su trabajo, insiste en el programa en calificar este suceso de "estreno" porque permite "diferentes planteamientos". Cree él que la guerra civil nos queda ya lejana; recoge de la obra "dos actitudes vitales de una nueva generación" y asegura que "no es la historia de un padre anclado en su pasado y aislado en el mundo". Sin embargo, prevalece el texto de Buero, que no contiene semejantes cosas. Pareció que lo confirmaba él mismo en sus palabras finales, para responder a las ovaciones, al insistir en su condición de "compromiso" -militante- y que no se trataba de un estreno, sino de una reposición. Tiene interés en señalar que nunca reforma sus obras: tales como las escribió deben prevalecer. Lo que en esta obra se cuenta es una historia de la guerra en su momento final, y de la posguerra en que se desarrolla. Es la parábola eterna de los dos hermanos: el rico y el pobre. En el compromiso de Buero, el que ha actuado con honestidad y ha permanecido fiel a su idea, a su familia, a su claridad de juicio, y el logrero que lo es ya desde el principio -que se revela al final-, que pasa sobre quien sea para llegar a su riqueza. Está claro de parte de quién está Buero aunque dé algunas frases, algunos comentarios, al otro, para que se vea que es la vida la que le empujó a la traición a los suyos, y a todos. Esa dialéctica de los dos personajes no solamente es válida hoy, sino que lo fue en la tragedia clásica y en Adán y Eva, si se quiere.
El tragaluz
De Antonio Buero Vallejo. Director: Manuel Canseco. Intérpretes: Juan Ribó, Juan Gea, Victoria Rodríguez. Escenografia y figurines: Toni Cortés. Madrid Teatro Maravillas. 11 de febrero.
Origen y sentido
Tampoco me parece que el padre es un puro anciano metido en la senilidad, sino que el autor ha querido que sus actos tengan un origen y un sentido, y aparece al final como el instrumento de la divinidad -por entrar en los términos de la tragedia- que castiga al culpable. Con la desaparición del hermano rico, la obra se resuelve: el hermano pobre se casa con la chica embarazada por el hermano rico, y el hogar queda tranquilo. No sólo para entonces, sino para el amplio futuro. Dos raros personajes que aparecen por los laterales, ya en origen y que ahora sobran aún más, cuando ya no hace falta ninguna reminiscencia distanciadora de las de Brecht, son los que cuentan la historia y al final predicen que en el siglo XXI, desde el que se supone que hablan y reconstruyen con un archivo la pequeñez que pasó en la posguerra española, no existirá ni España, sino que todo estará poblado de felices bosques. Un canto a la ecología, un compromiso hacia la ideología del futuro, cuando no haya ni pobres ni ricos. Nada hace suponer ahora que se vaya por ese camino, y lo que podría aparecer ante Buero como ideal salvador se ha hundido.Los actores respondieron bien a sus papeles; la escenografía resolvió los tres escenarios simultáneos y el director no llevó sus ideas a alterar la obra del autor.
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