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"La belleza es mi único código"

, Nacido en Milán hace 60 años, Pier Luigi Pizzi tiene un récord de éxitos difícil de igualar en su especialidad, más de 500 obras en el diseño de escenografías y vestuarios de ópera, teatro, ballet y cine al que suma sus reconocidos proyectos de exposiciones y la dirección escénica de todo el gran repertorio, desde el barroco a Luciano Berio. Ahora está en Madrid, ultimando el estreno, el próximo martes 18 en el Teatro de La Zarzuela, del Tancredi de Rossini, en una propuesta, ideada para el Festival de Pésaro en 1982, que no ha dejado de reponerse triunfalmente.Pizzi posee un torrente verbal que se vuelve arquitectura oral. Su discurso discurre por las ramas de la estética, apuntando aquí y allá las referencias justas que luego aparecen en su trabajo tamizadas por un refinado talento que se proyecta en el espacio con limpieza. Alguna vez ha recibido el reproche de parecer esteticista, pero también Boris Kochno, el que fuera colaborador de Diaguilev, calificó sus puestas en escena de "museo cantante". La cultura y un culto casi científico de la belleza componen su espectro. "Amo el siglo XVIII", precisa este arquitecto, "pero es necesario hablar del XVI y del XVII. Ahí comienza realmente mi gran pasión y mi dedicación cultural. En esa época suceden cosas fundamentales. Soy un gran admirador del Renacimiento y sus consecuencias hasta el Barroco. Creo que su identificación con el hombre y su humanismo provocaron un momento maravilloso. Es algo así como el nacimiento de todo, o al menos un retomo a la civilización griega y romana con una nueva manera de pensar, de entender la vida y de referirse a la belleza y su función estética. Es cuando nace el teatro, la ópera, Monteverdi, hay grandes pintores. Piense que en Caravaggio, por ejemplo, hay tantas componentes teatrales: la luz, la escena.... basta ver la manera con que reinventa el realismo al colocar a los personajes. ¡Es teatro! Hay rigor, pero con una gran carga emocional: ese es también el sentido último de mi trabajo, trasladar al teatro las emociones".

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'Tancredi' esmaltado por un vitral

La baza más firme

Las referencias culturales en el trabajo de diseñar óperas son su baza más firme hasta convertirse en estilo: "He estado mucho tiempo de mi vida viajando y viendo arte y esto deja un poso estético en las óperas que diseño. Estos días en Madrid cada minuto que tengo libre me desplazo a la Academia de San Fernando o al Prado, y siempre descubro cosas que no he visto o las conocidas las veo con otros ojos. Esta nutrición alimenta no sólo la cultura, sino mi personal acumulación de imágenes, la sedimentación de detalles, cromatismos, ordenamiento de los elementos formales que pueden convertirse en los del teatro... Todo puede aportar un peso estético, quizá excesivo, sobre la puesta en escena de la ópera hasta el punto de que alguna vez se me ha acusado de ser un 'cultivador de la belleza' entendiéndolo como algo limitador, como si yo no pudiera prescindir de la belleza en mi trabajo. Bueno, es verdad, es así. Pero la belleza no es sólo el fin del trabajo; es un vehículo para la expresión emocional, y es esencial, como un cristal a través del cual se ve ética y estéticamente la vida, no para esconder nada ni para ocultar cierto desinterés en las obras. Todo lo contrario: la belleza tiene un enorme un peso en nuestra cultura y para mí es la historia de mi vida, pues yo he hecho de la belleza un culto, la lente, el filtro. Yo hago teatro así, por una voluntad de revivir cada vez, no de manera nostálgica, sino de luchar renovadamente contra la brutalidad, la fealdad, la pobreza, las miserias, y entonces todo deja de ser un problema estético para convertirse en un problema moral".

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