Otra posmoderna más
A primera vista, Lazos ardientes es una actualización del cine negro por la vía de incluir personajes lésbicos, filón nacido de Instinto básico. Hay aquí elementos similares y la constatación de que el hombre está prisionero de una mente más sutil que la de la mujer, capaz de amoldarse a las normas de un juego, el de la violencia masculina, que ella sabrá jugar mejor que su oponente.Esta primera impresión queda pronto diluida en una constatación mayor: que este thriller aseado y manierista, recorrido por una indisimulada veta de oficio bien aprendido, pero también de superficialidad manifiesta, es una interrogación a las formas del género, no una propuesta de género.O, dicho de otra manera, es una mirada posmoderna (otra más) externa a la trama que propone; una reivindicación de la superior inteligencia del cineasta respecto de sus criaturas.
Lazos ardientes
Dirección y guión: Larry y Andy Wachowski. Fotografía: B. Pope. Música: D. Davies. EE UU, 1996. Intérpretes: Jennifer Tilly, Gina Gershon. Madrid: cines Fuencaral, Madrid, Palacio de la Prensa.
Los directores saben que a públicos acostumbrados a golosinas visuales de la degradada escuela de Tarantino difícilmente se les atrapará con sutilezas, de ahí el empleo de un tempo narrativo estirado, llevado casi al paroxismo en la secuencia crucial del filme. Una efectiva e inteligente propuesta comercial, que no es el gran filme genérico de estos años porque sus realizadores no han querido: sobra cálculo mercantil y esteticismo y falta arrebato, riesgo.
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