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Entrevista:

"Los sacrificios españoles por el euro darán fruto"

Xavier Vidal-Folch

José María Gil-Robles y Gil-Delgado (Madrid, 1935) es, desde el martes, el nuevo presidente del Parlamento Europeo. Jurista, letrado de las Cortes (1952), miembro del Consejo de redacción de Cuadernos para el diálogo, y miembro del Partido Popular, Gil-Robles es un hombre pausado y cordial.Hijo del fundador de la CEDA y hermano de Álvaro, el antiguo Defensor del Pueblo, Gil-Robles es un demócrata-cristiano en estado puro. En esta entrevista reclama una reforma del Tratado de Maastricht que otorgue más poderes a la Cámara y la entrada de España en el grupo de vanguardia de la moneda única.

Preguntas. ¿No le parece muy distinta la Europa que soñaron los fundadores de la actual por el desequilibrio entre lo monetario y lo social, entre la obsesión por la seguridad y la ampliación de las libertades y la ciudadanía?

Respuesta. Siempre existe la tensión entre lo ideal y lo real, y es bueno, porque así no nos conformamos con lo real. El modelo social europeo es un delicado equilibrio entre libertad, igualdad y, solidaridad. Los tres valores son igualmente importantes. Tras cierto exceso de regulación ha habido que insistir en la libertad económica, para afrontar un saneamiento económico necesario. Ahora hay que utilizar esta economía más sana para insistir en la solidaridad y luchar mejor contra el paro y la exclusión social. La paz social europea reposa sobre ese modelo social, que debemos preservar. Si fuésemos hacia una economía dual, ese consenso social estallaría. La Unión no está para eso, sus objetivos son justamente los contrarios.

P. ¿Qué puede esperarse de la reforma del Tratado de Maastricht y qué puede aportar el Parlamento?

R. Al afrontar una reforma siempre surgen posiciones maximalistas y minimalistas. Hasta ahora no nos hemos movido de las segundas, porque aún no estamos en la recta final negociadora. La experiencia enseña que si bien nunca llegamos a lo máximo en la construcción europea, tampoco nos quedamos en lo mínimo. Sería un error. El Parlamento debe alertar a las opiniones públicas, en diálogo continuo con los ciudadanos, para que presionen a sus Gobiernos a fin de que la Unión Europea siga siendo un instrumento de paz, actúe más eficazmente en política exterior y en la lucha contra el mercado común del crimen. Para eso tiene que poder actuar como cualquier Parlamento nacional y necesita unos poderes similares.

P. Para ello el Ejecutivo debería ser responsable ante el Legislativo.

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R. Sí. Y el Parlamento debería tener iguales poderes legislativos y presupuestarios que el Consejo. El ciudadano europeo está acostumbrado a un esquema que ha dado resultado, según el cual el Ejecutivo gobierna y el Legislativo lo controla, interviene en la elaboración de las leyes y vigila gastos e ingresos. No entiende una construcción europea en la que todas las instituciones tienen un pie en cada cosa, pero nunca del todo. Al final resulta un ciempiés, que confunde al ciudadano y le aparta de las instituciones. La reforma de Maastricht es una ocasión de oro para ir hacia el esquema que él conoce y que funciona bien.

P. Pero planea la amenaza de que esa reforma sea al final el parto de los montes, y su resultado, un ratón.

R. Es necesario que los Estados más minimalistas comprendan que si no se comprometen a avanzar, otros lo harán por ellos. No soy eurooptin-fista ni europesimista, sino eurotenaz, porque trabajo en el europeísmo desde 1958. ¡Y la construcción europea ha hecho mucho camino desde entonces! No como un águila o un león, sino como una tortuga. Es lenta, pero dura y anda mucho.

P. La flexibilidad y las cooperaciones reforzadas, ¿no encierran un peligro de distorsión?

R. Su principal peligro es la complicación. Es preferible una reforma a quince, porque es más entendible, simple y fácil de aplicar. Pero el problema de hoy es que si alguien quiere avanzar y otros no, se le paraliza. De modo que en ocasiones será la única salida, siempre con las cautelas para que las cooperaciones reforzadas no sean perturbadoras.

P. La falta de liderazgo de países y de personas hipoteca la ambición de Europa.

R. Nadie es grande para su ayuda de cámara. Los grandes hombres no se aprecian si no es desde la perspectiva. El valor y la grandeza de Schumann, Adenauer y De Gasperi se percibió después. Pero la aportación de Helmut Kohl a la unificación alemana y europea es de talla similar. Acabamos de salir de una presidencia irlandesa sobre la que nadie apostaba al principio ni un duro, y ha sido muy importante. ¡Quién lo hubiera dicho! Necesitamos perspectiva. Además, en los momentos fundacionales, suele pesar más la personalidad de los líderes, mientras que en los de consolidación las instituciones juegan tanto o más.

P. Las fórmulas que se barajan para mejorar la política exterior parecen poco ambiciosas.

R. Estamos en la fase de tanteos. Hay que ir a fórmulas simplificadas y más comunitarias. Evitemos complicar la construcción comunitaria inventando instituciones o procedimientos. Aproximemos el segundo pilar [la política exterior, hoy intergubernamental] al primero [el mercado interior, comunitario]. La finalidad de las modificaciones deber ir a medio plazo hacia la comunitarización, no hacia más cooperación intergubernamental, porque desde Maastricht se ha demostrado que no funciona.

P. Ha funcionado con el convenio de Schengen, que es intergubernamental.

R. Sí, pero Schengen se concibió como un paso hacia la comunitarización de la política de libre circulación. Y constatamos sus limitaciones: no participa la Comisión, que le hubiera dado otra dinámica; algún país tiene reticencias a la desaparición de las fronteras terrestres. Con una fórmula más comunitaria hubiera sido más eficaz.

P. ¿Cómo le gustaría que le juzgara al término de su mandato?

R. Por haber conseguido que los grupos políticos hayan hecho un Parlamento más democrático, con poderes semejantes a los Parlamentos nacionales, y con capacidad de acción interna de sus diputados; más transparente, con un Estatuto del Diputado, que fije un igual sistema de elección, situación jurídica y retribución, para evitar los casos esporádicos de fraude; y más eficaz, porque la Administración use mejor sus recursos.

P. ¿Teme que el Consejo Europeo prime el texto del Tratado de Maastricht sobre su espíritu a la hora de seleccionar las monedas que entren al euro en el primer grupo?

R. Hay que verlo con serenidad, como acertadamente dice José María Aznar. El pueblo español está haciendo sacrificios muy duros, que darán fruto. Hay que aplicar los criterios del Tratado rigurosa pero inteligentemente. O sea, sin olvidar su espíritu: quienes hayan hecho el esfuerzo suficiente alcanzarán la unión monetaria. Creo que España lo ha hecho y cumplirá los criterios. Y que el Consejo Europeo está formado por personas inteligentes y que aplicarán el Tratado de forma sensata y racional.

P. ¿Y qué ocurre si España no entra en el primer grupo?

R. Conllevaría más sacrificios para los españoles. Por eso prefiero no ponerme en esa situación. Los sacrificios duros que ahora realizan es para no tener que reaIizarlos más duramente el día de mañana.

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