Apuntes sobre una familia burguesa

A pesar de que algunas primeras películas son obras maestras que sus autores no logran igualar a lo largo de sus carreras, el cine, como todo, es algo que se aprende con la práctica, después de años de trabajo. Por lo que resulta mucho más corriente que un director tenga que hacer varias películas antes de encontrar su camino, de saber manejar con habilidad los muchos elementos que integran una producción, de utilizar con maestría el particular y complejo lenguaje cinematográfico.Esto es lo que ocurre, salvo raras excepciones, con el cada vez mayor número de nuevos directores tanto del cine nacional como del internacional. Y también es el caso de Santiago Matallana, que a los 30 años, y tras haber realizado sólo un corto, se enfrenta con El ángel de la guarda, su primer largometraje, donde se dan la mano la ambición con la inexperiencia.

El atractivo de El ángel de la guarda reside en narrar en un conseguido tono de comedia juvenil una historia ambientada en el madrileño barrio de los Jerónimos, en 1981, el año del golpe de Estado del 23 de febrero, y girar en torno a una peculiar familia burguesa venida a menos que vive gracias a la pensión del abuelo, un viejo, simpático y borrachín general que simpatiza con los golpistas. Y también en el punto de vista utilizado para la narración, el de sus dos peculiares nietos, uno fascinado por la forma de vida mod, y el otro por acompañar a su abuelo para irle quitando poco a poco su dinero.

Sin embargo, el resultado, a pesar de ser una sólida y cuidada producción, queda lejos del planteamiento por la falta de experiencia de Santiago Matallana. En primer lugar, porque el guión, a pesar de recurrir a la utilización de voces de fondo explicativas, no resulta claro, carece de una estructura dramática lo suficientemente sólida para articular las diferentes acciones de sus nueve personajes importantes. También porque en algunos momentos la dirección no sabe salvar las deficiencias del guión, sacar todo el contenido de sus ricos personajes y sus originales situaciones, y recurre en exceso a la música de fondo para tratar de tapar algunos errores.

Más interés despierta el trabajo de sus actores principales. Entre los jóvenes destacan Zoe Berriatúa, que con su ya habitual fuerza, da vida al hermano introvertido, y la debutante Trinidad Iglesias, que hace» una entrañable chacha dentro de la mejor tradición del cine español. Entre los mayores sobresale Manuel Alexandre, en uno de los más largos y mejores papeles de su carrera, que una vez más demuestra ser el excelente actor que casi siempre ha sido.