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¿Reconstruir, para qué?

La reconstrucción de algunas películas que el público sólo conoció en versiones amputadas, bien por decisión de productores iletrados, bien por presiones censoras o por el inclemente paso del tiempo es una operación frecuente en el cine de la última década. Tradicional tarea asignada tácticamente por la industria a las cinematecas, y que algunas realizan con notable acierto -por ejemplo, la Filmoteca Española, cuya sección de recuperación es la responsable de todos los trabajos de este tipo que se han realizado en España-, las cosas han cambiado desde hace algún tiempo, cuando algún avispado en Hollywood se dio cuenta de que el glamour de algunos viejos títulos todavía vende.Tras una reconstrucción entre la filología y el oportunismo, como era la de Ha nacido una estrella, de George Cukor, hemos asistido en los últimos años a un goteo constante de operaciones similares: Metrópolis, de Fritz Lang; Lawrence de Arabia, de David Lean; Blade Runner / The Director's Cut, de Ridley Scott, hasta la más reciente, una resonorizada y electrónicamente retocada versión integral de La guerra de las galaxias, de estreno inminente, por no hablar de operaciones similares con películas mudas acompañadas de orquesta en directo.

Nada hay que reprocharle a estas operaciones si en verdad se realizan con criterios pertinentes y si arrojan nueva luz -parece el caso de El sueño eterno- sobre películas de alguna manera incompletos. Pero es de temer que en muchos casos sólo priven las normas de mercado y el más descarado oportunismo, lo que convierte a todo filme reconstruido, además de en una cacareada obra maestra -lo que frecuentemente no es cierto-, en una traición mayor aún que la que se pretende subsanar con su renacimiento.

Al fin y al cabo, si Cukor eliminó personalmente algunas de las secuencias que ahora muestra la versión recuperada de Ha nacido una estrella ¿quiénes somos nosotros para imponerle una duración y unas peripecías que su propio responsable, había considerado no pertinentes?

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