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Tribuna
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Fin de trayecto

El manómetro de la caldera búlgara ha entrado violentamente en zona roja y sólo medidas drásticas pueden impedir una explosión social largamente anunciada en el país balcánico. Ya no basta la designación de un nuevo primer ministro, Nikolai Dobrev, en sustitución de Yan Videnov, que dimitió el mes pasado y a quien, con rara unanimidad, se culpa de haber conducido al país a un callejón sin salida durante sus casi dos años al timón. Pese a tener el partido gobernante socialista (ex comunistas) una sólida mayoría parlamentaria, la situación de Bulgaria, que sufre su peor crisis desde la caída del comunismo en 1989, es de las que hacen perder su significación a la aritmética, los programas políticos y las promesas electorales.Así quedó de claro en las elecciones presidenciales del pasado noviembre, ganadas por un candidato de la derecha, Petar Stoianov, que debe asumir su cargo el próximo día 22. Nadie creía posible una cohabitación a la búlgara hasta finales de 1998 entre un presidente joven y conservador, y declarado partidario de elecciones anticipadas, y un Gobierno adversario, cuyo partido está trufado de luchas internas y tiene a la calle sublevada.

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La oposición búlgara, dispuesta a paralizar el país

Puede que alguien mande estos días en Bulgaria, pero los búlgaros lo ignoran. Como en otros países de Europa oriental cuyas estructuras económicas comunistas permanecen virtualmente intactas -la vecina Serbia de Slobodan Milosevic es el paradigma- la celebración de sucesivas elecciones no ha servido en Bulgaria para moldear hábitos democráticos en la vida pública. Y ni rojos (socialistas) ni azules (conservadores) han sido capaces desde el Gobierno de satisfacer unas mínimas exigencias populares.

El estallido de este viernes, con lo que pueda tener de alentado, es el de un país cuyos ciudadanos consideran que no tienen nada que perder. Con una inflación que supera el 30% mensual, una divisa, el lev, despeñada día a día contra el dólar, unos sueldos de 6.000 pesetas y una casi total dependencia exterior no tienen muchos motivos para esperar. En los últimos, tiempos este caldo de cultivo ha ido encanallando la vida y haciendo del pistoletazo o la bomba un medio habitual de arreglo de cuentas.

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