Miles de guatemaltecos festejan frente al Palacio Nacional el punto final de la guerra
Guatemala vivió ayer una jornada histórica: los representantes de la guerrilla y del Gobierno estamparon sus nombres en los tres documentos que cierran el negro capítulo de la guerra civil que devastó el pequeño país centroamericano. Miles de personas, indígenas en su mayoría, acudieron ayer frente al Palacio Nacional para seguir mediante pantallas gigantes la ceremonia. Las firmas plasmadas en el acuerdo de paz abren desde hoy una nueva etapa, en la que los guatemaltecos deberán afrontar la construcción socioeconómica y del país y, sobre todo, la reconciliación nacional.
"Hoy se silencian las armas combatientes. El pueblo guatemalteco es el único ganador". Esto dijo Ricardo Ramírez, que ayer a las cinco de la tarde dejó de ser el comandante Rolando Morán de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Pablo Monsanto recuperó, su nombre de pila, Jorge Soto. Carlos González se llamará de nuevo Ricardo Rosales. Y Gaspar llom, ausente de la ceremonia, volverá a ser Rodrigo Asturias. Vestidos con traje oscuro y corbata, los dirigentes guerrilleros (que salvo Monsanto peinan canas y parecen afables jubilados) fueron firmando, junto a los miembros de la comisión gubernamental de paz, los tres documentos que ponen fin a 36 años de encono.Los abrazos y una cerrada ovación sellaron la ceremonia, que se celebró en el patio de estilo árabe del palacio en medio de un estricto protocolo. Como testigos, ocho presidentes latinoamericanos, tres jefes de Gobierno (entre ellos el español José María Aznar) y el equipo de las Naciones Unidas encabezado por su secretario general, el egipcio Butros-Butros Ghali.
Entre las encopetadas delegaciones internacionales se encontraban presentes los mandos militares de la- guerrilla, que acababan de cambiar sus holgados uniformes por traje y corbata ("la mía la compré en el aeropuerto de Barajas en la firma del último acuerdo", explicaba el comandante Daniel Ruiz). Los guerrilleros han decidido formar un partido político.
La solemnidad que se respiraba en el palacio contrastaba con el abigarrado ambiente que reinaba en el parque central. Allí, miles de personas convocadas por las organizaciones populares seguían atentamente la ceremonia a través de dos pantallas gigantes. La mayoría eran indígenas, el sector más castigado por una guerra feroz que se llevó por delante a 100.000 vidas y no menos de 40.000 desaparecidos.
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