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La UE se abre a una solución política para financiar a Ucrania pero retrasa Mercosur a enero

Los líderes ultiman una fórmula que convenza a Bélgica de usar los activos rusos congelados y si no saliera adelante recurrirían al presupuesto de la Unión para evitar la quiebra de Kiev

La Unión Europea va camino de salvar, una vez más, una pelota de partido con un acuerdo político (en la agenda ucrania, un asunto existencial para Europa) y una patada hacia adelante más propia del rugby que de la diplomacia (para Mercosur). La cumbre europea más decisiva de los últimos tiempos se decantaba este jueves por encontrar una solución política para financiar a Ucrania con un salvavidas multimillonario que evite su quiebra: el uso de los activos rusos, a pesar de la negativa de Bélgica y de la ambigüedad de Italia, se abre paso, aunque no se descarta la posibilidad de utilizar el presupuesto europeo como palanca de emergencia para dar cobertura a Kiev.

Sea como sea, el país invadido por Rusia tendrá fondos de la UE para salvar la bancarrota y seguir combatiendo a las tropas rusas al menos por un tiempo: eso se da como 100% seguro en Bruselas. Eso era lo fundamental de esta cumbre.

La Unión, además, se juega su credibilidad exterior con la luz verde definitiva al acuerdo comercial con Mercosur, lastrado por la negativa de Francia y Polonia. La Italia de Giorgia Meloni, gran protagonista de la reunión en Bruselas, reclamaba una prórroga de unos días, un mes como máximo, para vencer las presiones internas. Los agricultores han paralizado Bruselas durante todo el día. Brasil ha admitido que estudia ya ese retraso, según el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. La Comisión Europea, que aspira a meter a la italiana a bordo, ha propuesto finalmente retrasar la firma para mediados de enero.

Prorrogar y fingir (extend and pretend, en la jerga europea) es una de las especialidades de Bruselas. Y la UE se ha puesto manos a la obra para salvar la cumbre. Bélgica, el país donde se custodia la mayoría de las reservas soberanas rusas inmovilizadas por las sanciones, se abrió este jueves a encontrar “compromisos” y levantar su férrea negativa a entregar ese dinero a Kiev en forma de “préstamo de reparación”; siempre que, eso sí, el resto de socios acuerdo poner sobre la mesa garantías suficientes para evitar pérdidas a los belgas.

La conclusión es clara: si no se movilizan los activos rusos, la opción que parece imponerse, los líderes utilizarán otro enjuague jurídico para financiar a Ucrania a través del margen presupuestario de la Unión, remarcan fuentes comunitarias al corriente de los debates entre los líderes. Dejar caer a Ucrania ahora no es una posibilidad: no lanzarle ese salvavidas financiero a Kiev equivaldría a una rendición de la UE.

Esa decisión, tras semanas de rifirrafes y formidables presiones por parte de Alemania, es una conquista de primera magnitud, más aún con el trumpismo enseñando las garras. Aunque la letra pequeña quede para después. Porque aunque construir ese salvavidas —con los activos rusos congelados o con el margen presupuestario común— parece un complicado ejercicio de malabarismo legal, en el fondo se trata de una decisión política de primer nivel.

Con las luces largas, sin embargo, ni la maniobra sobre Ucrania ni la negociación sobre Mercosur permiten apuntalar la credibilidad internacional de la UE, en horas bajas por el fuego cruzado entre los ataques de Rusia, el estado de negación de Europa para con el trumpismo, el torpedo en la línea de flotación que supuso el documento sobre la Estrategia de Seguridad de EE UU y los tradicionales líos internos en la UE, con varios primeros ministros de ultraderecha o con los populistas como socio minoritario en algunos gobiernos. Los Consejos Europeos son cada vez más complicados con ese panorama, según las fuentes consultadas. En juego está el papel como actor geopolítico de Europa en un tablero global cada vez más convulso y lleno de depredadores.

La cúpula de las instituciones comunitarias era el jueves pesimista con el futuro del acuerdo con Mercosur, que pende de un hilo por la negativa de Francia y los recelos de último minuto de Italia. El presidente del Consejo Europeo, António Costa, y la jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que han invertido un enorme capital político en la firma del acuerdo, trataban de convencer a Meloni. Finalmente se impone ese retraso hasta enero.

La primera ministra italiana ha asegurado que no se opone al acuerdo, pero que aún necesita tiempo para convencer a sus agricultores. También que su posición final dependerá de las decisiones de la Comisión: el brazo ejecutivo de la Unión lleva días rompiéndose la cabeza para analizar qué cesiones querría Roma, que no termina de aclarar su lista de contraprestaciones para firmar.

Protestas de los agricultores

Mientras, en la banda sonora de la cumbre abundaron durante todo el día las sirenas y bocinas de los tractores, y las consignas de los granjeros que protestan contra el pacto con Mercosur por las calles de la capital comunitaria.

Ese acuerdo con los países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), que crearía el mayor espacio de libre comercio del mundo, con más de 700 millones de consumidores, se retrasa una vez más cuando casi se rozaba su aprobación final tras 25 años de negociaciones. Pero Bruselas puede salvar la cara: Mercosur sigue en pie. Más aún si el acuerdo político sobre Ucrania sale adelante.

Un fiasco con Mercosur y, sobre todo, con Ucrania, eran una catástrofe para el proyecto europeo. Europa se jugaba su razón de ser en esta cumbre europea antes de Navidad. Los jefes de Estado y de Gobierno, reunidos en Bruselas, no se irán a casa hasta que no haya fumata blanca para financiar a Ucrania, según ha prometido el portugués António Costa.

En ese contexto, toda la presión era para el Gobierno belga de Bart De Wever, que tiene la llave que desbloquearía la caja de la mayoría de activos soberanos rusos, hasta 210.000 millones de euros. “Si se mutualiza completamente y se elimina para nuestro país [el riesgo], entonces saltaremos al abismo junto con todos los europeos y esperaremos que el paracaídas nos sostenga”, lanzó el jueves de buena mañana De Wever en el Parlamento belga.

El Kremlin, con sus maneras matonistas habituales, ha amenazado con considerar el uso de sus activos soberanos como casus belli (motivo de guerra). Y países como Austria o Italia temen por sus empresas, que siguen haciendo negocios allí, pese a la guerra, además de por las represalias de Moscú. Bélgica también teme la guerra híbrida rusa. De ahí que reclame garantías sólidas del resto de socios para no quedarse en solitario con las reclamaciones rusas y las represalias del presidente Vladímir Putin.

“Sé que Rusia está intimidando a diferentes países por esta decisión”, ha asegurado el presidente ucranio, Volodímir Zelenski. “Pero no debemos temer las amenazas; debemos temer la debilidad de Europa”, ha remarcado en rueda de prensa, poco después de reunirse con el belga De Wever, para tratar de convencerle de dar vía libre a esa idea. Al nacionalista flamenco le arden el teléfono y la agenda. Un buen número de líderes le ha llamado o se ha reunido con él para tratar de desbloquear la decisión.

Tusk: “Dinero hoy o sangre mañana”

Los países más cercanos geográficamente a Ucrania y Rusia, junto con Alemania, han comandado las presiones en los últimos días. “Tenemos una elección sencilla: es dinero para hoy o sangre para mañana. Y no me refiero solo a Ucrania, sino a Europa”, ha subrayado el primer ministro polaco, Donald Tusk. “Todos los líderes deben finalmente estar a la altura de las circunstancias”, ha añadido a su llegada a la capital comunitaria.

El uso de las reservas soberanas rusas para otorgar a Ucrania un préstamo a interés cero —que solo deberá devolver si Rusia paga por los daños causados en la guerra— era también la opción favorita del canciller alemán, Friedrich Merz. “Espero que podamos resolver las cosas y que podamos emprender juntos un viaje que muestre a la Unión Europea una señal de fortaleza y determinación con respecto a Rusia”, ha dicho a su llegada a Bruselas.

La Unión Europea prometió al principio de la invasión posimperialista de Putin que apoyaría a Ucrania tanto tiempo como fuera necesario. Ahora, con Estados Unidos desaparecido de la ecuación del apoyo a Kiev, el club comunitario se queda solo con la factura del país invadido. También está bajo el foco de Washington para que siga desembolsando fondos que permitan comprar su armamento. El mensaje es muy claro: sin esos fondos, Europa no tendrá un sitio en la mesa de diálogo, donde no solo se decidirá el futuro de Ucrania sino la seguridad del Viejo Continente.

El momento para Europa es complicado. Se ve asediada por todos los flancos: la guerra híbrida de Rusia, los desmanes y las amenazas de injerencia de Estados Unidos, la asertividad de China y, en clave interna, los partidos europeos euroescépticos y reaccionarios. A última hora del jueves ganaba peso la posibilidad de acabar usando los activos rusos —con la Comisión Europea presionando a Bélgica por tierra, mar y aire— y se anunció el retraso a enero de la firma de Mercosur. La patada hacia adelante tan propia de Bruselas de ayer, hoy y siempre, versión 2025.

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