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Rectores y consejeros de Educación votan hoy cómo aligerar las carreras universitarias

Los centros podrán negarse a aplicar algunos puntos por su autonomía

La esperada reforma de los planes de estudios universitarios será aprobada previsiblemente por el Consejo de Universidades, que hoy se reúne en Madrid. Los 46 rectores, 17 consejeros autonómicos de Educación y 15 consejeros políticos que componen el pleno del Consejo, presidido por la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, debatirán el dictamen elaborado por una ponencia de rectores y que refleja las fórmulas para descargar de excesivos contenidos lectivos las carreras universitarias. En él se incluyen modificaciones a la normativa de 1987 sobre directrices generales relativas a 133 títulos y más de 2.000 planes de estudios.Si los cambios son aprobados, la mayoría de los universitarios tendrán menos clases, menos asignaturas, menos exámenes y más facilidades para construir la especialidad de su propia carrera a través de un mayor desarrollo de las denominadas pasarelas (conjunto de asignaturas complementarias exigidas para el acceso a los segundos ciclos de las carreras).

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'Microasignaturas'

La revisión que hoy se somete a debate y votación pretende acabar con duplicidades de asignaturas y con materias que, por su reducido contenido, poco aportan a la formación del alumno y, sin embargo, sobrecargan su trabajo.

El documento, que procede a una exhaustiva revisión de los nuevos planes de estudios implantados desde comienzos de los años noventa, respeta la autonomía de las universidades, lo que les permite aceptar o no algunos de los puntos, como la redefinición de los créditos de 10 horas de clase y prácticas de forma que de esas horas, tres puedan quedar a disposición del alumno para trabajos personales.

Otros puntos son simples recomendaciones, lo que en la práctica, y si las universidades se niegan a aplicarlos, puede desvirtuar el espíritu de la nueva reforma: pensar más en los intereses de los alumnos.

A tenor del escaso número de enmiendas presentadas, fuentes de la ponencia han manifestado su optimismo sobre la posibilidad de consenso, aunque ello no evitaría que cada universidad pudiera hacer de su capa un sayo. Una vez aprobado el dictamen, será enviado al Ministerio de Educación para su aplicación.

Con el objetivo de alcanzar un mayor grado de movilidad para los estudiantes, las comisiones por áreas del Consejo recibirán el encargo de realizar un estudio que permita establecer primeros ciclos comunes para conjuntos de títulos distintos o, en su defecto, determinar bloques formativos comunes por identidad de contenidos entre materias troncales (de obligatoria inclusión en los planes de todas las universidades españolas para obtener un mismo título oficial) y obligatorias (establecidas libremente por cada universidad, pero de matrícula obligada para el alumno).

Este estudio, que incluirá un análisis sobre la ampliación de las pasarelas, deberá precisar asimismo qué duplicidades hay entre asignaturas troncales, obligatorias y optativas (elegidas por el alumno entre una lista cerrada ofrecida por cada universidad) de una carrera con el fin de eliminar lo superfluo.

Un año de trabajo

El trabajo de propuesta de modificaciones se inició en diciembre de 1995 con el nombramiento de la ponencia, presidida por Francisco Michavila, secretario general del Consejo de Universidades, e integrada por los rectores de las universidades de León, Extremadura, Granada, Murcia, Córdoba, Autónoma, Politécnica de Madrid y Politécnica de Cataluña.El texto del dictamen de la ponencia sometido hoy a debate se inicia con un reconocimiento de la excesiva carga de estudios que padecen los estudiantes, reflejo de un reparto de asignaturas que, realizado por los responsables de los departamentos universitarios, es el fruto de una tendencia hacia los intereses de los docentes en lugar de las necesidades de los alumnos. El resultado: tras las primeras promociones de licenciados y diplomados con los nuevos planes de estudios, los datos desvelaron que los alumnos invertían cuatro y cinco anos para diplomarse y licenciarse en lugar de los tres y cuatro, respectivamente, pretendidos por la reforma.

La mayoría de los centros había concentrado en menos años la antigua carga lectiva, lo que condujo a una saturación de exámenes, demasiadas asignaturas y microasignaturas, repetición de contenidos en materias con distinto nombre, excesivos horarios de permanencia en las facultades y, en definitiva, agotamiento de los estudiantes.

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