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La cumbre en Lisboa de la OSCE sólo aspira a aplacar a Rusia

La seguridad de la Europa de la posguerra fría tampoco nacerá en Lisboa. Mientras la OTAN se prepara para ampliar sus fronteras al Este, la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de 53 países europeos, más EE UU y Canadá, que comienza hoy en la capital portuguesa, parece sólo aspirar a aplacar los recelos de una Rusia cada vez más débil y desconfiada. La ausencia del presidente norteamericano, Bill Clinton, y del ruso, Borís Yeltsin, más las dificultades para alcanzar un consenso sobre el documento final auguran que será una cumbre de transición, eufemismo diplomático para describir el vacío.

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ENVIADO ESPECIAL, El objetivo de crear una "auténtica asociación para la seguridad entre todos los Estados miembros", que se fijó hace dos años en la última reunión de Budapest de la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea (CSCE), no será alcanzado en esta primera cumbre de su heredera, la OSCE. Fuentes diplomáticas españolas indican que Rusia ha ido perdiendo interés por la organización -nacida como conferencia entre los dos bloques en 1975 y transformada en organización hace dos años-, al no avanzar la idea de que se negocie un modelo de seguridad común.Los países de la Alianza Atlántica, que se preparan para abrir sus puertas a Polonia, Hungría y la República Checa consideran, sin embargo, que la organización puede seguir cumpliendo su papel de conferencia diplomática, con una estructura flexible y ágil que permita consolidar valores democráticos, prevenir conflictos locales y restablecer la seguridad. Las misiones de la OSCE en Bosnia, Chechenia o el Alto Karabaj -un territorio disputado entre Armenia y Azerbaiyán- son los ejemplos esgrimidos por los aliados atlánticos sobre la utilidad de la organización. España ha tenido un papel activo en las misiones de la OSCE, y ha contribuido significativamente, como en el caso bosnio, en el que aportó unos 260 millones de pesetas para apoyar el proceso electoral.

En la agenda de la cumbre figuran propuestas para consolidar institucionalmente la organización sin transformarla en un organismo internacional, lo que requeriría la firma de un tratado y su ratificación por los Parlamentos de los países miembros.

La sombra del fracaso no sólo planea sobre los resultados de esta cumbre, sino sobre el futuro de la propia organización, cuya cumbre de jefes de Estado y de Gobierno puede pasar a convocarse cada tres años a fin de tener un plazo más amplio para negociar un acuerdo que hoy por hoy parece imposible.

El resultado de la entrevista entre el vicepresidente norteamericano, Al Gore, y el primer ministro ruso, Víktor Chernomirdin, dará la medida del deterioro al que se ha llegado en el pulso por fijar un modelo de seguridad europeo.

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Seguridad europea

La debilidad interna de Rusia, su aislamiento frente a sus antiguos aliados en el desaparecido Pacto de Varsovia e, incluso, su rivalidad con otras repúblicas ex soviéticas convierte ese pulso en una lucha desigual en la que Occidente no tienen especial interés en llevar a Rusia a una situación sin salida. Sin embargo, según fuentes diplomáticas españolas, los países occidentales tampoco parecen dispuestos a aceptar el deseo ruso de firmar un tratado con la OTAN tras su próxima reestructuración y antes de su ampliación al Este.El deseo de Moscú de constituir una especie de consejo de seguridad europeo para poder tener capacidad de veto en la construcción de la seguridad europea no tiene tampoco posibilidad de prosperar.

La OSCE, que seguirá funcionando bajo la regla del consenso, se apresta a aprobar que Polonia sea sede de su próxima cumbre, todo un símbolo de hacia dónde va la seguridad europea: rumbo al Este y bajo el impulso de la OTAN.

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