_
_
_
_

"Dios entiende a los humanos mejor que a sí mismo"

El mundo de Sofía lo lanzó muy alto, y ahora su segunda novela, El enigma y el espejo, ha despegado con gran fuerza. Gaarder sigue haciendo ficción con la filosofía.

De negro, despeinado, con barba de tres días y moviéndose de aquel modo tan frenético en el asiento de un hotel de Oslo, Jostein Gaarder no parecía el autor de El mundo de Sofía y otros títulos de ficción filosófica, sino más bien un batería expulsado de una banda de rock.Después de la entrevista me dijeron que él siempre es así en su estado de hiperactividad natural: habla por los codos sin dejar de golpeárselos, gesticula con todo el cuerpo, se pasa el teléfono móvil de una mano a la otra, enreda sus dedos en sus cabellos como si deseara trasplantarlos, y ríe atropelladamente entre el azote de cada pregunta y el aspaviento de cada respuesta. Eso sí, a sus 44 años, con más de 12 millones de Sofías vendidos en 40 idiomas por todo el mundo, con un libro a punto de publicarse en España y otro recién salido en Noruega, su país, Gaarder no daba muestras de alcanzar ni el firme sosiego del éxito ni el desinterés por su obra venidera. Al contrario. Nunca como ahora, dijo este escritor, se ha sentido más obligado a producir y seguir produciendo.

Por ello no iba a ser fácil contener a Gaarder en los límites convencionales de la entrevista y el orden que ésta exige. Saltaba de un tema a otro, del libro que presentará el próximo martes en Madrid (editado por Siruela), al libro que acaba de ponerse a la venta en Oslo, o incluso iba más allá y, al menor descuido, empezaba a darle vueltas al que podría ser su ulterior hallazgo filosófico-Iiterario. Además, aparecía y desaparecía la cuestión del dinero. El mucho dinero que gana con sus libros. En Noruega se habla más de la fortuna de Gaarder que de su obra creativa. Poco hace él por evitarlo.

"Es cierto, soy riquísimo en este momento" reconoció en un momento de la conversación, "soy tan rico que he encomendado a varios especialistas que estudien cómo hacer una fundación a mi nombre con fines benéficos. Allí debo invertir gran parte de mis derechos de autor".

Ningún recato, pues, a la hora de contar billetes y de reconocer, incluso, que su contribución a la Hacienda pública en Noruega es inferior a lo que en justicia debería ser: "En Noruega los más ricos pagan al fisco no más de un 50% de sus ingresos, ése es el tipo máximo, y yo, porque soy un autor independiente y carezco de sueldo, pago únicamente un 27%. De verdad creo que debería pagar mucho más".

Manifestaciones de este tipo no son ni remotamente imaginables en España por parte de ninguna estrella de la literatura o del periodismo, aunque bien es verdad que el tipo máximo impositivo en nuestro país es superior al noruego. Sólo un escritor en estado de absoluta ebriedad tocaría como Gaarder las campanas y ni siquiera se atrevería a hacerlo a las puertas de un paraíso fiscal.

El dinero que Gaarder invertirá en su futura fundación piensa dedicarlo a causas medioambientales, según él mismo dijo con mucha reserva. Naturalmente, lo primero es la naturaleza.

Dos días antes de emprender su viaje a España, el célebre autor de El mundo de Sofía ignoraba qué clase de premio se le iba a entregar en Santiago de Compostela. "Por lo que me han dicho, creo que es algo que me dan los estudiantes". La ceremonia se celebrará mañana. Al día siguiente, Gaarder asistirá a la presentación de su libro El enigma y el espejo, publicado en Noruega y otros países en el año 1993.

"Es la historia de una niña de once o doce años llamada Cecilia que está enferma de leucemia", explicó Gaarder, "a la que se le aparece un ángel llamado Ariel. El ángel la visita frecuentemente cuando ella está sola en su habitación, metida en la cama. Ni sus padres ni nadie más de la familia ven al ángel. Sólo lo ve ella, aunque el lector puede pensar, según sea su edad, que ni siquiera Cecilia ve al ángel Ariel, sino que lo imagina y cree que lo ve. Cecilia y Ariel dialogan mucho. Por ejemplo, Cecilia quiere saber si existe el cielo porque presente que le queda muy poca vida por delante. Ariel, que al fin y al cabo es un ángel, quiere saber cómo es y cómo siente una criatura de carne y hueso. Ariel no tiene sensaciones físicas, sino sólo espirituales. Es incapaz de apreciar los sabores, los olores, tampoco orina, encima está calvo y no tiene alas. Entra. y sale por la ventana cuando quiere y sin ningún problema. De todas formas, como ángel, no es un ángel ortodoxo".Ortodoxo o heterodoxo, el ángel de Jostein Gaarder y sus apariciones misteriosas a la niña mortalmente enferma no van más allá de un centenar de páginas, que es la extensión de la novela, pero sin duda han sido suficientes para haber interesado a televisiones y productoras de cine que, como es lógico, ya revolotean a su alrededor. Quienes no lean este relato lírico (así lo calificó su autor, y no épico), de Cecilia y Ariel, verán en la pequeña y en la gran pantalla a la niña agonizando y al ángel en esa fase sensorial exploratoria cuya misión es consoladora para hacer más fácil el, tránsito al más allá.

¿Y el dolor? ¿Está ausente la angustia, el dolor físico, y el miedo a morir?, pregunté a Gaarder, cada vez más agitado en su asiento. "No, el dolor está ahí. Se percibe en la niña y, en su familia". Sin embargo, no es ése el punto que más le interesó al imaginativo escritor oruego, sino la cuestión filosófica y teológica de la existencia, y el sentido último de la vida.

"Niña y ángel hablan del mal", añadió Gaarder, "y Cecilia pregunta a Ariel cómo es posible que Dios, que es tan bueno, permita que ella esté enferma de leucemia y vaya a morir pronto. La respuesta es enigmática. El ángel insinuaría que tal vez Dios entiende a los seres humanos mejor que se entiende a sí mismo ...".

De manera que esta respuesta me llevaría a recabar de Gaarder su opinión sobre el mensaje de la novela. ¿No será acaso un relato infantil algo blasfemo? "Eso, o algo parecido, lo dijo un crítico danés cuando el libro apareció en Escandinavia. Pero debo subrayar", dijo Gaarder, "que en Noruega ha habido bastantes clérigos que han leído pasajes del libro en funerales o ante los enfermos en fase terminal".

¿Vamos a llorar mucho los papás y las mamás y los niños estas navidades leyendo en España la historia de la noruega Cecilia y del ángel heterodoxo Ariel?, pregunté al célebre autor. A lo que respondió que sí, hay pasajes muy conmovedores a lo largo del libro. En cualquier caso, evitó calificarlo como un libro melodramático. "Cecilia le pide nieve al ángel. El ángel se la acerca a la cama. La niña se queja y le dice que la nieve está muy fría. El ángel lo lamenta mucho, pero como tal ángel, carece de sensaciones físicas, ignoraba que la, nieve estuviera fría".

Así como el ángel no tiene, es de suponer, ni dientes, ni estómago, ni alas, ni sexo, Gaarder presentará su versión del paraíso terrenal desde un ángulo ingenuamente infantil. O, por decirlo con más fidelidad a sus intenciones, desde una óptica seudoinfantil filosófica. "Adán y Eva son el niño Adán y la niña Eva. No tienen ombligo, ya que fueron creados por Dios y no provienen del vientre de ninguna madre humana que exigiría un cordón umbilical". Extremo este del cordón umbilical que mantuvo a Gaarder en estado de levitación al exponérmelo. Es muy lógico. Los niños Adán y Eva, sin embargo, irán creciendo. Un día, intentarán el acto sexual, que no está autorizado, y por ser ilícito se verán expulsados del paraíso.

Todo esto, reconoció Jostein Gaarder, guarda cierto parecido con el cuento de Saint-Exupéry El principito. No le falta razón. Claro que el ángel, en este caso, no sería precisamente el aviador que cayó a tierra desde lo alto, sino una especie de pájaro celeste privado de fuselaje y plumas.

La novela que el martes va a ser presentada en España ya arrasó comercialmente en Alemania: "Durante mucho tiempo mi libro estuvo a la cabeza de los más vendidos en la lista de Der Spiegel. Estoy muy satisfecho".

'Vita brevis'

Vida breve es otra novela de corte religioso-filosófico recién editada en Noruega. De una forma muy compasiva, narra el triste destino de la que, al parecer, fue amante durante años de San Agustín. Jostein Gaarder se ha basado en Las confesiones del santo, aunque aportó considerables dosis de fantasía a una historia que se remonta a la antigüedad. A la mujer amante de San Agustín la bautizó el autor noruego con el nombre de Floria. Esta mujer se pasa la vida tirándose de los pelos al verse abandonada por su gran amor, Agustín, quien para salvar su alma tuvo que renunciar a la carne, la concupiscencia, y todo eso que alegra tanto nuestras vidas. "Delato y acuso en esta novela la actitud intransigente de la Iglesia, el celibato y la abstinencia sexual porque Floria simboliza el amor, un amor breve, pero intenso", dijo Jostein Gaarder.Tampoco el libro sobrepasa las 170 páginas, pero en él su autor simpatiza enormemente con la protagonista y se identifica con su desdicha. "Fue una víctima del puritanismo, o si se prefiere, de un cierto, egoísmo de San Agustín". Sin duda, lleva razón el escritor: el santo alcanzó la felicidad y salvación eternas, creemos, condenandoa su amante a la más cruel e inhumana de las desgracias. Es decir, al desamor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_