El país que verá Juan Pablo II
Una mezcla de sincretismo y religiosidad pagana caracteriza las costumbres cubanas
MAURICIO VICENT Las negociaciones para la visita de Juan Pablo II a Cubano son nuevas. A finales de 1991, el viaje del Papa estuvo a punto de producirse después de largos meses de contactos diplomáticos entre la Santa Sede y las autoridades cubanas, pero un suceso de última hora hizo fracasar los planes del Vaticano. Fue una carta secreta que los obispos cubanos enviaron a Fidel Castro, en la que exponían su visión particular de los problemas que atravesaba la isla y se formulaban críticas al modelo socialista.
Corría entonces el año 1991. Europa del Este se había desplomado y la Unión Soviética estaba a punto de desintegrarse. Cuba comenzaba a sufrir los primeros latigazos de una crisis. En esa situación, la jerarquía católica delimitó sus fronteras y se distanció del Estado. Los púlpitos se convirtieron en tribunas desde donde se abogó por la reconciliación con el exilio, se criticó la omnipresencia de la ideología oficial y se denunció la falta de libertades. En iglesias de La Habana se produjeron incidentes con la policía, y la tensión creció hasta llegar a su clímax el 8 de septiembre de 1993, día de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, que en las religiones afrocubanas se sincretiza con Ochún, orisha (deidad) que simboliza la feminidad, la coquetería y la sexualidad, y que asiste a las parturientas.
Ese día, la Conferencia Episcopal Cubana dio a conocer su pastoral El amor todo lo espera; en la que los obispos criticaban con una dureza hasta entonces inusitada aspectos de la realidad política de la isla -entre ellos, la actuación de los órganos de la seguridad del Estado, la situación de los presos y la intolerancia del Gobierno- y pidieron cambios políticos.
Entre 1991 y 1992, el Gobierno había cambiado su posición hacia la religión al autorizar el ingreso de creyentes al Partido Comunista y reconvertir Cuba en un Estado laico después de 30 años de ateísmo oficial. Pero la pastoral de los obispos fue interpretada como una declaración de guerra, y la tensión se agravó aún más durante la crisis de las balsas del verano de 1994.
Durante este tiempo. se produjo un incremento de la práctica religiosa, asociado fundamentalmente a la agudización de la crisis y de las penurias económicas, así como a la falta de perspectivas de una solución a corto plazo y a la mayor tolerancia de
las autoridades con los creyentes. Según un estudio del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, centro adscrito a la Academia de Ciencias de Cuba, en 1990 sólo un 15% de la población tenía una filiación religiosa sistemática (católica, protestante, etcétera), pero el 85% de los cubanos "creen en algo", mientras que tan sólo un 15% se declara ateo. Cuba es un país mestizo, mulato, donde la santería reina de forma mágica y comodona, y la gente adora a sus orishas en casa, ya sean Yemayá (la Virgen de Regla), Changó (santa Bárbara) u Ochún, quien gusta de alimentos como la calabaza o frutas como la papaya, que en la isla representa el sexo de la mujer.
Ahora, la tormenta entre la Iglesia católica y el Estado ha amainado. Para el Gobierno, la visita del Papa puede suponer un importante apoyo frente al bloqueo y el aislamiento. Para la Iglesia, un medio de conseguir mayor libertad en el ejercicio de su trabajo. Para muchos, el Pontífice será un símbolo de fe y religión, pero sin duda la patrona de Cuba seguirá siendo para ellos Ochún, la diosa mulata de la sensualidad y de la papaya.
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