Ambigüedad

La versión de Conejero es buena, con un castellano grato y evocador; la escenografía de Wilmer, los trajes de Sonia Grande, las voces de los intérpretes, dan belleza añadida al gran texto de Shakespeare. Todo ello sale de la excelente dirección de Gerardo Vera. Como la versión, están encaminados a subrayar un texto de erótica ambigua, de difuminación de las fronteras hombre-mujer. En tiempos de Shakespeare quizá esta vaguedad era más latente aún: no sólo por la propia naturaleza de Shakesperare y sus preferencias dulces, y de toda la corte isabelina, sino también por las leyes que obligaban a que los papeles femeninos los interpretaran efebos: curiosa es siempre la moral oficial que lleva a consecuencias insospechadas. No hubiera estado mal que aquí también se hiciese esa forma de interpretación, pero quizá es más difícil de conseguir entre los jóvenes actores.La ambigüedad en Shakespeare no se refiere solamente al amor y al sexo, sino al todo: a la vida, las circunstancias, el poder, la pobreza, el engaño, el equívoco. El teatro, que es ya un espejo, pone otro espejo dentro de sí y multiplica las posibilidades. Esta Noche de Reyes (o de Epifanía, o Duodécima, o como se quiera llamar) no es quizá la más acentuada en esa especulación; quizá ni siquiera en el desengaño a que suele dar lugar. Pero todo ello está presente en esta versión, y es enormemente grato para el público.