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El café de Mola

El 6 de septiembre de 1936, la aviación rebelde bombardeó Madrid simbólicamente con hojas de propaganda, una proclama volandera firmada por el general Francisco Franco advirtiendo a los ciudadanos, entre amenazas y promesas, de que la próxima vez serían obuses y no papeles los que lloverían del cielo. La proclama invitaba a los madrileños "víctimas de la anarquía" a "entregarse sin condiciones a nuestra generosidad".Los bombardeos con fuego real, que en la proclama fascista se consideraban inminentes, tardarían algo más de un mes en producirse. Fue el 29 de octubre cuando los habitantes de la capital empezaron a sufrir las consecuencias del ultimátum, a pagar tributo de sangre por su "resistencia suicida". En su proclama aérea, Franco lo había dejado claro: "Sabed, madrileños, que cuanto mayor sea el obstáculo, más duro será nuestro castigo".

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Experimento para nazis

Aconsejado por los nazis, Franco quiso forzar a base de bombardeos la rendición de Madrid, una ciudad que había prometido destruir antes de dejársela a los marxistas. Diversos historiadores coinciden en que esta campaña de bombardeos tenía entre sus objetivos satisfacer la curiosidad de los asesores alemanes sobre las reacciones de la población civil, un experimento en el que los madrileños sirvieron como conejillos de indias de unas tácticas que se desplegarían definitivamente en la Segunda Guerra Mundial. Un experimento que fracasó estrepitosamente porque, como no tendrían más remedio que reconocer sus patrocinadores, la población civil reaccionó a las bombas acumulando más odio que miedo.Los bombardeos formaban parte, según la citada proclama, "de las operaciones aéreas precursoras de la invasión de Madrid" que preparaban minuciosamente Mola, Varela y Yagüe para los primeros días de noviembre. El panfleto franquista señalaba que esta vez las incursiones aéreas no se iban a limitar a los aeródromos militares y a las fábricas de armamento. Si los madrileños persistían en su "suicida terquedad" y no obligaban "al Gobierno y a los jefes comunistas a entregar la capital, los invasores declinaban toda responsabilidad sobre los graves daños que, dijeron, "nos vemos obligados a hacer". El 4 de noviembre, el aeropuerto de Getafe cayó en manos de las tropas sublevadas y los franquistas anunciaron que la "liberación" de la capital era inminente. Tan rotundas sonaron sus palabras que Radio Lisboa -cuenta Hugh Tomas- llegó a difundir una descripción de Franco entrando en Madrid montado sobre un caballo blanco.

Por esos días, el general Mola fanfarroneaba afirmando que el 12 de octubre tomaría café en la Gran Vía. En la cafetería Molinero recogieron el guante de desafío y le reservaron una mesa que nunca llegó a ocupar. "El café se le enfrió y en Madrid no entró", cantarían en las calles de Madrid 40 días después, cuando se viera forzado a retirarse por orden de Franco.

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