Candor y misterio con Noa
Noa
Noa (voz, percusión y guitarra), Gil
Dor (guitarra), Miki Shaviv (bajo) y Zohar Fresco (percusión). Teatro Monumental. Madrid, 13 de noviembre.
En época de diluvios discográficos diarios y rauda promoción vía Internet, la presencia escénica es una virtud de importancia secundaria en el mundo del pop. Pero Noa, por si acaso, se cuida de sacarle buen partido a la suya una vez comprobado que encandila a un amplio sector de público. Con todo, lo mejor es su voz: ágil, bien impostada, de timbre atractivo y de vibrato nítido y eficaz, tanto en el preciosismo occidentalizado como en el arabesco sin tamizar. Sería un verdadero cañón si además tuviese algo más de carácter, el rasgo que diferencia a una vocalista de una cantante.Noa debutaba ante el público madrileño recién publicado su disco Calling, cuarto de su carrera, sobre el que giró la mayor parte de su actuación. De entrada, juntó las manos en una balada que sonó a plegaria sobre un fondo instrumental tenue animado por exóticos. efectos de percusión. El recogimiento se prolongó durante un par de piezas, arregladas con ejemplar cautela por el estupendo guitarrista Gil Dor. A la cuarta, Noa avivó los tiempos, decreció el volumen y pidió palmas al público. De golpe, se había situado en las tópicas coordenadas artísticas que exige el mercado internacional de gran consumo.
Por fortuna, no debió sentirse del todo confortable porque enseguida buscó la inspiración del genuino arrullo folclórico. A partir de ahí, Noa terminó de hacer añicos el molde de la cantante al uso y se afanó en multiplicarse: bailó y cantó, sentada y de pie, en inglés y en hebreo, tocó percusiones varias y hasta se atrevió a hacer sus pinitos con la guitarra.
Un largo solo
Luego introdujo a capella una etérea pieza de origen yemení sobre la que esparció misterio y candor a partes iguales. Ya sobre tierra firme, se deslizó detrás de las congas para sorprender con un largo solo ejecutado con buen estilo y considerable intuición rítmica. Para finalizar, escogió el Ave María schubertiano como himno universal de la paz, aunque en esta ocasión se lo dedicó muy en particular a la memoria de lsaac Rabin. La temperatura emocional se disparó y no tuvo más remedio que apelar al orgullo racial más explícito y penetrante. El público se rompió las manos a aplaudir, solicitanto la enésima propina, así que Noa decidió calmar los ánimos con una preciosa balada, Every time we say goodbye, que hubieran resuelto bastante mejor Cassandra Wilson, Dianne Reeves y otras muchas cantantes de jazz que, por cierto, no han sido convocadas a este festival.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.