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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estricta gobernanta

ALEMANIA SE ha quedado prácticamente sola en su intento de imponer unas condiciones en extremo represivas que gobiernen las cuentas públicas de los Estados una vez que hayan entrado en la moneda únicaeuropea. El concepto de un Pacto de Estabilidad es en sí razonable, especialmente cuando se abre paso la idea de una unión monetaria amplia, que incluya a muchos países. Pero donde Alemania, o más precisamente desde su Ministerio de Finanzas y el Bundesbank, yerran es en las modalidades. No se puede crear una unión económica y monetaria rígida que no tome en cuenta los distintos efectos de los ciclos en los distintos países y sus distintas necesidades. Y no resultan adecuadas las nada veladas amenazas alemanas de retrasar la adopción del euro si no obtiene satisfacción en este punto.Parece sensato que las limitaciones en el déficit público de los Estados participantes en la moneda única se exijan no sólo para llegar a ella, sino también una vez dentro. Pero Alemania no puede pretender acotar cuantitativamente los déficit haciendo abstracción del ciclo económico, definiendo estrictamente lo que constituye una recesión ni imponiendo para los que no cumplan unas sanciones de hasta un 0,5% del PIB que agravarían los problemas de los países pecadores en vez de incitarles a redimirse. Más razonable parece dejar abierta y sin cifras, o como máximo con unas horquillas, la definición de posibles situaciones de recesión, que, en circunstancias excepcionales y temporales, obliguen exceder los límites fijados de déficit. Incluso el ex canciller alemán Helmut Schmidt ha criticado duramente el esquema represivo con que el presidente del Bundesbank enfoca la moneda única. Dicho sea de paso, incluir en tal Pacto de Estabilidad los límites de la deuda, como propuso el ministro español en la última reunión del Consejo comunitario de Economía y Finanzas, no resulta relevante.

Probablemente, junto a los problemas internos por los que pasa su Gobierno, las preocupaciones de Alemania de cambiar un marco fuerte por un euro débil crecen con la posibilidad de que sean numerosos los países que puedan superar el examen de 1998 e ingresar en la moneda única. Ésta es la posibilidad que apunta la Comisión Europea en sus últimas previsiones económicas. En un ejercicio de optimismo -y salvado el criterio de la deuda pública, que ni siquiera Alemania va a alcanzar-, la Comisión estima que casi todos los países cumplirán los criterios, con las únicas excepciones de Grecia, Reino Unido e Italia. Sin embargo, ¿es previsible que este último país, fundador de las Comunidades Europeas, se quede fuera prácticamente solo? La respuesta depende en gran parte de la propia Italia. El boicoteo parlamentario del centro derecha italiano a los debates sobre el presupuesto de austeridad para 1997 no favorece precisamente la credibilidad de Italia.

El optimismo de la Comisión contrasta con la llamada al orden del Instituto Monetario Europeo, precursor del futuro Banco Central, que ha tirado de las orejas a los Gobiernos por haber esperado hasta el último momento para reducir los déficit y no ha escatimado críticas a la contabilidad creativa para cuadrar las cuentas públicas. Hay, pues, tensiones anticipadas en Europa entre la Comisión y la incipiente autoridad monetaria, y entre los propios Estados miembros. La Comisión parece apostar por un aprobado general, pero prevé un crecimiento moderado del PIB en 1997 en el conjunto de la UE y un 2,7% en España, inferior a la previsión del Gobierno, lo que podría traer nuevas dificultades.

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