Rebrote de otoño
LAS CIFRAS de paro registrado correspondientes a octubre -40.099 desempleados más- han vuelto a sacar a la superficie el primer problema de la economía española, por mucho que los meses anteriores indujeran a la impresión de que lentamente se estaba corrigiendo. Finalizado el tirón del verano, en el que el sector servicios proporciona miles de trabajos, emergen con toda intensidad las dificultades estructurales del empleo, sujeto a una fuerte estacionalidad y a una casi insostenible temporalidad, patente en el hecho de que sólo el 4,1% de las colocaciones registradas desde enero hayan sido fijas, y en que, de los 40.099 nuevos parados, casi el 90% lo han sido en el sector servicios.La recuperación anunciada por el Banco de España, definida como "sólida y estable", no es suficiente para corregir la tendencia. Si bien es cierto que el déficit público y la inflación se van domeñando, también lo es que esta inclinación refleja, mucho menos de lo esperado, la creación de puestos de trabajo. El fin del verano ha hecho crecer el paro en 91.000 personas, anulando así gran parte del aumento (+ 124.000) registrado entre mayo y agosto. En ello, ha influido la incorporación al mercado laboral, característica de este periodo, de los escolares que terminan estudios.
España, según la opinión más reciente de la Comisión Europea, tiene muchas probabilidades de formar parte de la Unión Monetaria en 1999, pero, si no se corrigen los defectos estructurales, lo hará manteniendo la tasa de desempleo más alta de Europa (14,08%); es decir, sin convergencia real. Maastricht no provoca paro, pero tampoco lo creará -al menos en España- si la política restrictiva necesaria a corto plazo para cumplir los criterios de convergencia no va, acompañada de otras medidas anticíclicas que ayuden a mitigar el sacrificio que se deriva, por ejemplo, de un fuerte recorte de inversión pública.
Las llamadas a la moderación salarial y a la flexibilidad que suelen realizar las autoridades monetarias deben ir acompañadas de una mayor liberalización de mercados que fomente la competencia y, desde luego, de una mayor inversión productiva por parte de los empresarios -privados y públicos- que gozan ahora de bajos tipos de interés. Sin todo ello la recuperación, según indican los últimos datos, será menor de lo previsto. La realidad se impondrá a los deseos voluntaristas del Gobierno y las cifras presupuestarias perderán credibilidad.
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